DES... PROPÓSITOS

Inteligencia Artificial (IA): Esperanzas y Temores del Género Humano

Lo que es un hecho es que el mundo no está culturalmente preparado (ni legal, ni filosófica, ni éticamente) para alternar con artefactos que ya son parte de la vida cotidiana 

OPINIÓN

·
Agustín García Villa / Des... Propósitos / Opinión El Heraldo de México
Agustín García Villa / Des... Propósitos / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

La ciencia ficción es hoy rebasada por la realidad que empezamos a vivir. La revolución digital, iniciada a mediados del siglo XX, empieza a generar grandes o terribles expectativas que todavía hace 10 o 15 años veíamos como muy lejanas o hasta increíbles.
La verdad es que la evolución tecnológica de los últimos años ha sido vertiginosa, al grado de que los propios promotores de esta carrera sin fin, de Bill Gates a Elon Musk y muchos otros, abogan por atemperarla, por considerar que el mundo no está preparado como para absorber de golpe los cambios que se avizoran. Ninguna otra revolución de que se tenga memoria –la cognitiva, la agrícola o la industrial–, se han desarrollado a la velocidad de la digital, lo que para bien o para mal preocupa sobremanera a vastos sectores de la humanidad.

Como bien lo deja ver Yuval Noah Harari, en su obra “Sapiens, Una Breve Historia de la Humanidad”, si bien toda revolución registrada por el género humano ha traído progresos, también ha generado nuevas necesidades que, paradójicamente, han hecho
más difícil la vida diaria. Desde este punto de vista, el gran desarrollo alcanzado por la revolución digital plantea serios cuestionamientos hacia un futuro no muy lejano que, a más de no mejorar las condiciones generales de la humanidad, pueda traer consigo problemas difíciles de solucionar. 

Quizás lo que más ha cundido dentro del desarrollo de la revolución digital es lo que hoy todos conocemos como la IA generativa, que puede crear ideas originales en forma de texto, video u otros medios a través de la interacción de cantidades masivas de información, generando contenidos sofisticados en respuesta a instrucciones de sus usuarios. Ejemplo de ello es el impacto causado por la emprendedora –startup–, OpenAI, desarrolladora de la aplicación –app–, ChatGPT, que a sólo dos meses de su aparición en el mercado registró má de 100 millones de usuarios alrededor del mundo. El gran éxito inicial de esta app reside en que cualquier usuario puede obtener respuestas inmediatas de cualquier índole: médicas, legales, genéticas, sicológicas, políticas, etc. 

La multitud de aplicaciones obtenibles vía la IA ha generado, por otra parte, una gran ebullición en los mercados de valores donde a diario surgen startups proponentes de nuevas aplicaciones que han inflado sobremanera el mercado, aumentando así la velocidad a la que se desarrolla la IA, lo que genera grandes riesgos. Es tal la efervescencia, que los inversionistas apuestan, como en la época de la fiebre del oro, a cualquier proyecto, aunque les falte información o un modelo de negocios bien aterrizado, con la esperanza de grandes retornos, sin cuidado por los cambios que dichas aplicaciones puedan significar para la sociedad en su conjunto. 

Las grandes preguntas que se hacen especialistas y gente entendida de estos temas son hasta donde llegará esta nueva revolución tecnológica que crece a un ritmo exponencial. 

¿Debería ser nuestro objetivo, como género, propiciar una simbiosis entre los seres humanos y los robots que conduzca a un mayor desarrollo y bienestar general de la humanidad? ¿Se tiene idea del alcance de estos descubrimientos cibernéticos que podrían incluso conducir a la creación de máquinas-robots superinteligentes capaces de reproducirse a sí mismas, a tal grado que se conviertan en una amenaza para el exterminio humano? 

Lo que es un hecho es que el mundo no está culturalmente preparado (ni legal, ni filosófica, ni éticamente) para alternar con artefactos que ya son parte de la vida cotidiana y que más temprano que tarde, empezarán a adueñarse de la actividad humana con posibles efectos catastróficos para el mundo. No hay a la fecha algún ente rector responsabilizado de su futura evolución, de las restricciones que debe haber en sus alcances y posible auto reproducción, sus contrapesos, sus depredadores. Es, sin duda,
para muchos, una situación verdaderamente apabullante. Baste decir que ni los mismos creadores de estas nuevas tecnologías entienden o saben explicar hacia donde nos dirigimos. 

Como género humano, es de la mayor urgencia tomar cartas en el asunto, aunque ya estamos tarde. Si bien la IA traerá grandes beneficios como el descubrimiento de antídotos contra epidemias y enfermedades, soluciones al cambio climático, la escasez de energía y muchas otras soluciones hoy inimaginables, de que nos servirán si al mismo tiempo se arrasa con los fundamentos de la especie y, quizás, con la especie misma. 

 

POR AGUSTÍN GARCÍA VILLA
ANALISTA POLÍTICO

LSN