La semana pasada inicié una reflexión sobre los intereses nacionales y la política exterior. Para identificar nuestros intereses fundamentales examiné nuestras principales fortalezas y debilidades internas, y examiné brevemente el escenario regional e internacional actual. Se trata de intereses nacionales concretos que deben inspirar la política interna, y que México debe defender en el exterior.
La política exterior no es autónoma. Debe mantener una conexión directa con las aspiraciones de paz, seguridad, desarrollo económico y bienestar de nuestra población, sin excluir a nadie. También debe contribuir a un mundo mejor, situando a México en la vanguardia de las luchas contemporáneas por la paz y la seguridad, el desarrollo sostenible, contra el cambio climático y la preservación de la biodiversidad, y la defensa de los derechos humanos de todas las personas, sin discriminación de ningún tipo.
Los intereses fundamentales del país son reducir la pobreza y la desigualdad; mejorar sustancialmente la educación, la innovación tecnológica y la promoción cultural; mejorar nuestra gobernabilidad, reduciendo drásticamente los niveles de impunidad, corrupción y violencia, y fortalecer la seguridad pública, la justicia, el estado de derecho, la transparencia y la democracia.
Para apoyar los esfuerzos internos, hoy es absolutamente indispensable atraer a nuestro país nuevas inversiones productivas, que fomenten la creación de empleos decentes (con seguridad social) y la transferencia de tecnologías; inversiones que respeten el estado de derecho, el medio ambiente, el uso sostenible de los recursos naturales, y que contribuyan a la transición hacia energías limpias y ciudades sostenibles.
En el mundo actual este interés nacional exige, en primer lugar, priorizar las relaciones de nuestro país con Estados Unidos y Canadá. El objetivo fundamental de la política exterior debe ser lograr una inserción más equilibrada de México en América del Norte, en el plano económico, energético, laboral y ambiental, partiendo de la plena aplicación del T-MEC. De ninguna manera le conviene al país debilitar el Tratado que propicia la principal fuente de crecimiento de nuestra economía.
El interés nacional aconseja lo contrario: hay que fortalecer el T-MEC para que, además de sus efectos económicos, en el mediano plazo los tres países puedan colaborar en forma más integral en migración y en seguridad, incluyendo el crimen organizado, el lavado de dinero y el tráfico de armas.
México puede aprovechar el llamado nearshoring, surgido del distanciamiento entre China y Estados Unidos. Pero también debe prepararse para una negociación que posiblemente se planteará en otras áreas fundamentales para el futuro de América del Norte. Para este escenario debe fortalecer sus capacidades en materia de seguridad, justicia y aplicación de la ley.
Para consolidar a América del Norte como región, debe convencer a Estados Unidos y Canadá de enfoques y políticas con dimensión regional que contribuyan a un entorno más estable y seguro. Pero, para persuadir a sus vecinos, necesita credibilidad. Para lograrla, es condición sine qua non fortalecer sus capacidades institucionales. Si México no fortalece sus capacidades para la aplicación de la ley, se arriesga a verse desplazado de la relocalización industrial, y que ésta beneficie a otros países.
Una mayor inserción en América del Norte no debe significar identificación automática con las prioridades de la política internacional de Estados Unidos. Las coincidencias y la construcción de iniciativas internacionales mutuamente provechosas son bienvenidas, pero hasta ahí. Del mismo modo, hay que evitar que nostalgias y simpatías ideológicas sin futuro remplacen a los intereses nacionales.
La diversificación de nuestras relaciones externas siempre se ha complementado con una política activa en los organismos regionales e internacionales. Recurrir a estos foros, con imaginación y responsabilidad, incrementa nuestra influencia en el mundo. Beneficios tangibles, basados en un buen oficio diplomático.
Por razones históricas, económicas, políticas y culturales, el país deberá seguir fomentando nuevos esquemas de cooperación con Centroamérica y el Caribe.
Hay que asumir que los principales temas seguirán siendo las presiones migratorias, y los temas relacionados con la seguridad y el crimen organizado.
México tiene que definir una política migratoria amplia y sofisticada, de la que ha carecido hasta hoy, invirtiendo en reconstruir instituciones.
Una posición más sólida de México en América del Norte tornará al país aún más atractivo para otras regiones del mundo, incluyendo América Latina, Europa, Asia-Pacífico, África y Medio Oriente. Con todas estas regiones hay que darle prioridad a la inversión, la innovación, el desarrollo tecnológico, la cultura y el turismo.
En los próximos años uno de los retos más significativos será la conducción de nuestras relaciones con China que, no hay que olvidarlo, es nuestro segundo socio comercial. En la medida en que México se inserte más en América del Norte, tendrá que multiplicar sus esfuerzos para mantener una relación estable y provechosa con la otra superpotencia del siglo XXI.
POR MIGUEL RUIZ CABAÑAS ES PROFESOR EN EL TEC DE MONTERREY
@MIGUELRCABANAS
MIGUEL.RUIZCABANAS@TEC.MX
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