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Xi Jinping y su mayor obsesión

Contra viento y marea el dirigente chino amplió su presidencia a un tercer periodo

OPINIÓN

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Agustín García Villa / Des... Propósitos / Opinión El Heraldo de México
Agustín García Villa / Des... Propósitos / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Contra viento y marea el dirigente chino amplió su presidencia a un tercer periodo, al tiempo que retoma sus banderas de liderazgo mundial y se lanza a la conquista de nuevos aliados para lograrlo.

A partir del XX Congreso del Partido Comunista Chino (PCCh), celebrado en octubre pasado, Xi reinició, después de casi tres años de aislamiento debido a la pandemia y la posterior aplicación de la política “Cero Covid”, su embestida internacional en busca de alcanzar su liderazgo a nivel mundial.

Durante los últimos meses del año 2022, y aprovechando sus importantes ligas comerciales con Arabia Saudí e Irán, logró que estos dos países enemistados por más de siete años reiniciaran sus relaciones diplomáticas, lo que podría derivar en la desactivación de un gran número de tensiones políticas en el medio oriente.

El acercamiento fue un gran logro que sienta un importante precedente para presentar a China como negociador de la paz en el mundo.

A partir de entonces, Jinping se esfuerza por generar alianzas con tantos países como sea posible. Así, al inicio del presente año recibió en Beijing al presidente Aleksandr Lukashenko, de Bielorrusia, uno de los principales aliados del ruso Vladimir Putin, y destacó que la amistad entre sus gobiernos es “fuerte e inquebrantable”. Lukashenko, por su parte, manifestó, como lo ha hecho Putin, estar absolutamente de acuerdo con la política de paz propuesta por China respecto a la guerra entre Rusia y Ucrania, referente a la “necesidad de abandonar la mentalidad de Guerra Fría y respetar las legítimas preocupaciones de seguridad de todos los países”.

En otro movimiento ajedrecístico, en marzo pasado Xi visitó Rusia en su primer viaje internacional después del largo periodo de pandemia. Ahí se firmaron varios acuerdos, pero el mensaje al mundo fue la reafirmación de la alianza establecida en la visita de Putin a China, en febrero de 2022, una semana antes del inicio de la invasión rusa de su vecina Ucrania.

Durante su visita Xi volvió a hacer pronunciamientos tendientes a reafirmar su liderazgo mundial proclamando su interés en “salvaguardar con firmeza el orden internacional”.

En la última semana de marzo y la primera de abril, Xi recibió a los presidentes de España y Francia, así como la presidenta de la Comisión Europea, Ursula van der Leyen, quienes abogaron, sin éxito, por la intermediación de Xi ante Rusia para sentar bases de paz en Europa Oriental. Por último, en la tercera semana de abril recibió a Luiz Inácio Lula da Silva, de Brasil, que aplaudió su solidaridad con Rusia y los esfuerzos realizados para el logro de la paz en Ucrania.

En paralelo, Xi ha relanzado su estrategia político-económica de la llamada Ruta de la Seda, sendero comercial importantísimo durante las dinastías Han y Tan en los gloriosos tiempos de la China imperial, a través de la que hoy financia proyectos de infraestructura en más de 70 países en desarrollo como acicate para granjearse su amistad y el reforzamiento de lazos políticos.

Al mismo tiempo, es de subrayar su gran alianza con Rusia, por encima de las rivalidades históricas. Está claro el velado apoyo que ofrece China a Putin en su ilegal incursión en Ucrania y su aversión a tener una reunión con el presidente ucraniano para escuchar su propuesta de paz, a diferencia de la imparcial mediación entre Arabia Saudí e Irán. De aquí puede preguntarse ¿cuál es el prurito de Xi Jinping, primero, de hacer alianza con Putin y aceptar que es válida su invasión a Ucrania, y, dos, porque no escuchar las propuestas de Zelenski para el logro de la paz?

Una posible respuesta es el ferviente deseo de Xi de convertirse en un líder mundial y socavar la posición actual de Estados Unidos, para lograr su más caro deseo en la vida: invadir Taiwán y hacerla nuevamente parte de China, al estilo de Putin en Ucrania.

POR AGUSTÍN GARCÍA VILLA
ANALISTA POLÍTICO

MAAZ