COLUMNA INVITADA

AMÉN: Francisco responde

Queda claro que el Papa no pretendía dar una clase de catecismo, establecer un debate de teología o dar lecciones de moral. El mensaje que conmueve es la caridad vivida a la manera de Jesús

OPINIÓN

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Paz Fernández Cueto / Colaboradora / Opinión El Heraldo de México
Paz Fernández Cueto / Colaboradora / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

El pasado 5 de abril, con un extraordinario despliegue publicitario, Star+ lanzó un documental titulado “AMÉN: FRANCISCO RESPONDE”, mismo que ha causado revuelo entre algunos católicos, y sorpresa entre quienes no lo son. Se trata de una producción, dirigida por el periodista español Jordi Évole, en la que vemos al papa Francisco dirigirse a un suburbio de Roma para entrevistarse con un grupo de 10 jóvenes que encarnan en sus vidas experiencias dramáticas, muy representativas de la sociedad actual.

Entre los convocados vemos, desde un italiano que se declara ateo, una migrante, una exmonja lesbiana y un africano musulmán, hasta una catequista a favor del aborto, una chica que se define como no binaria, una mamá dedicada a la industria de la pornografía, un joven que dice haber sido víctima de abusos sexuales, una chica que sufrió acoso y anorexia. Finalmente está María, la única católica practicante.  

Los jóvenes cuentan su historia con espontaneidad. Los temas controvertidos no tardaron en aparecer, tocando realidades que se debaten en una sociedad alejada, cada día más, del sentido cristiano de la vida. El Papa, sonriente, sereno, en una actitud acogedora de escucha, responde una a una a sus preguntas, algunas de manera magistral, reafirmando la doctrina de siempre sin imponerla. Quizá en algunos temas nos hubiera gustado verlo más enfático.   

Vemos a un Papa sencillo, despojado de todo protocolo, ante un grupo de jóvenes que lo cuestionan, al tú por tú, con cierta amabilidad, pero sin reverencia. El vestuario y las posturas que adoptan sus interlocutores nos confrontan, no estamos acostumbrados a ver tratar así al Papa, sin ninguna consideración ni por su investidura ni por su edad. A él parece tenerle sin cuidado.  

¿Por qué lo hizo? ¿Qué sentido tenía exponerse a la manipulación de una agenda impregnada de ideología? ¿Qué pretendía el Papa al aceptar una entrevista de alto riesgo que podía salirse de las manos? Después de darle vueltas al asunto me da la impresión de que el Papa sabía bien lo que hacía. Su aparente ingenuidad e inocencia son reflejo del amor fuerte que le impulsa a acercarse a una juventud alejada de Dios y, al mismo tiempo, tan sedienta de Él. Francisco asume el riesgo ante la urgencia de presentar una Iglesia en salida, como suele decir. Una Iglesia que abre sus brazos para acoger a todos sin discriminar, sin juzgar, sin condenar. Nos da una clase maestra sobre empatía, escucha y evangelización en las periferias. Impele directamente a los católicos para decirles: es así como se trata a las personas que piensan diferente.

Un joven me comentaba: Juan Pablo II y Benedicto me habían ayudado a madurar mi fe. Me consintieron, me cobijaron, me protegieron. Sin embargo, ahora Francisco me hace sentir incómodo como se sintió María, la única chica católica del documental. Me está sacudiendo para hacer apostolado con la gente que vive lejos de Dios. ¡Acepto el reto!

El reto es lograr que verdad y caridad vayan de la mano porque, como decía Benedicto XVI: la verdad sin caridad es fanatismo y la caridad sin verdad cae en mero sentimentalismo. Los cristianos vivimos en ocasiones más preocupados del fondo, es decir, la verdad, y olvidamos la forma, que es la caridad. Queda claro que el Papa no pretendía dar una clase de catecismo, establecer un debate de teología o dar lecciones de moral. El mensaje que conmueve es la caridad vivida a la manera de Jesús, cuya ley es el amor. Lo demás vendrá después.

Paz Fernández Cueto

Colaboradora

paz@fernandezcueto.com

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