El escándalo que como de costumbre rodea las andanzas del ahora expresidente Donald Trump oculta una realidad: casi la mitad de los estadounidenses cree que la investigación en torno a sus pagos por silencio a una estrella porno tiene motivaciones políticas, pero también que una gran mayoría considera que las acusaciones son creíbles.
Y tienen razón, porque el delito fue político.
Si fuera el único caso en el que hay posibilidades de acción legal, la situación de Trump sería manejable. De hecho, algunos creen que la imagen del expresidente esposado daría fuerza a sus pretensiones de regresar a la Casa Blanca y credibilidad a sus denuncias de una vendetta política demócrata en su contra.
Después de todo, la acusación en torno al pago de 130 mil dólares a la actriz Stormy Daniels para mantener en silencio una relación sostenida por los años 2006-2007 no es algo increíble respecto a Trump, una figura perenne en las páginas de tabloides sensacionalistas.
Trump ha mantenido una presencia desafiante a lo largo del proceso. Tiene experiencia: en sus más de 20 años como empresario de bienes raíces en Nueva York participó en más de cuatro mil juicios y se declaró en quiebra al menos tres veces.
Pero el que haya usado fondos de su campaña electoral de 2016 para pagar el soborno, a través de una operación financiera encubierta por su ahora exabogado Michael Cohen es delito y, al menos para los neoyorquinos, un patrón de conducta del empresario y político.
Es correcto señalar que el caso actual no es fiscal o administrativo. Es ciertamente político, porque era dinero recaudado de donaciones del público para fines de campaña y se trata de un delito comprobable que muchos no están dispuestos a tomar con humor o perdonar.
Puede ser visto como un "pecadillo" y probablemente algo similar ha ocurrido en otras ocasiones. Pero esta vez el responsable ha buscado cuestionar la elección de un demócrata a la Presidencia y creado lo que se ve ahora como uno de los momentos más peligrosos en la historia electoral estadounidense: el motín del 6 de enero de 2021, con que intentó evitar la certificación del voto presidencial y la victoria de Joe Biden.
Trump ha usado la posibilidad de arresto para tratar de movilizar a sus partidarios, grupos de extrema derecha racistas ahora vinculados al Partido Republicano.
Existe también la investigación en Georgia del intento por alterar los resultados de la elección en el estado, y la indagación federal respecto al manejo de documentos secretos descubiertos el año pasado en su casa de Mar-a-Lago.
La posibilidad de que Trump sea un candidato que busque hacer campaña presentándose como víctima del sistema y mientras enfrenta la posibilidad de cárcel está ahí.
Por lo pronto, la decisión de los republicanos en la Cámara baja, de indagar los motivos de los investigadores, acentúa la politización del caso.
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM
@CARRENOJOSE1
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