La Nueva Viga es más que el mercado de pescados y mariscos, más que un lugar para comer rico… es la catedral pagana de los pescados y mariscos de mayor extensión del continente americano.
Este es un templo donde todas las sabrosuras emanadas de la mar océana y demás cuerpos de agua nacionales y trasnacionales, se concentran para ser ofrecidos por comerciantes desmañanados que comienzan el día antes de que salga el sol. A las 4:00 am los vendedores de tan peculiar mercado se preparan para acomodar sus mercancías sobre hielo picado y cuidan que todo se vea muy bonito, tanto así, que parecería que los puestecitos y locales hubieran sido arreglados para grabar un comercial: la luz cálida del día recién estrenado abrillanta los colores; las salsas y aderezos para los cocteles están expuestos con la etiqueta al frente y como son muchos, se ven padrísimos; los puestos de comida que venden filetitos fritos están al tiro y las empanadas de camarón rebozan de cosas ricas para llenar la panza antes de emprender el camino.
Por sus dimensiones yo pensaría que este gran centro de abasto es más bien una especie de basílica, porque sus 9.2 hectáreas de extensión hacen de este lugar el primero de América Latina y el segundo del planeta, sólo después de el de Tsukiji, en Tokio, Japón, que es el más famoso del mundo.
La temporada más importante de ventas es la Semana Mayor, donde miles de fieles y adeptos a las tradiciones católicas afianzan su fe dando seguimiento de las leyes de Dios. Este es un templo alternativo donde cada año miles de seguidores de las tradiciones paganas, ateas y cristianas se dan cita, provocando grandes aglomeraciones y extensas colas de ansiosos clientes que desean preparar las recetas heredadas por generaciones en sus familias.
Además, consideremos que dicho mercado se ubica en Iztapalapa, que es el referente cultural más importante de la ciudad para festejar la Semana Santa. Aquí, todos los años ocurre el calculado milagro de la resurrección del Jesucristo de Iztapalapa, tan conocido y amado por los capitalinos mexicanos, como arraigado en el corazón de los habitantes del oriente chilango.
Antes de que despunte el alba y con las puertas de este recinto aun sin abrir, los concurrentes se amontonan por cientos intentando dar el portazo para que los dejen pasar anticipadamente. Cada uno de ellos quiere ser el primero en escoger los pescados con los ojos más brillantes y transparentes, o los camarones más frescos que se pueda encontrar. Ni siquiera el COVID pudo detenerlos en el peor momento porque, tal y como varios entrevistados dijeron con su “detente” en mano y su chamaco en hombros: “para qué queremos la vida si nos quitan las tradiciones.”.
Estas fuertes pero sinceras declaraciones nos dejan ver el peso que tienen nuestras tradiciones y el lugar que ocupa nuestra propia vida en determinadas situaciones. Así que no echemos en saco roto el significado de todos estos rituales que enriquecen la cultura gastronómica de un país con una ciudadanía dispuesta a defender con la vida misma sus tradiciones ancestrales.
POR JULEN LADRÓN DE GUEVARA
CICLORAMA@HERALDODEMEXICO.COM.MX
@JULENLDG
LSN