LA ESCENA EXPANDIDA

¿En dónde están los espectadores?

Los creadores escénicos se enfrentan a la crisis de la ausencia de público

OPINIÓN

·
Juan Hernández / La escena expandida / Opinión El Heraldo de México
Juan Hernández / La escena expandida / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Idealmente las artes escénicas presenciales, aquellas que gozan del aura que el filósofo Walter Benjamin les otorgó por no ser susceptibles de la reproducción técnica ­­­­-toda vez que son únicas e irrepetibles y requieren de la comparecencia del intérprete y del público en un espacio-tiempo compartido-, aspiran a tener espectadores con una cultura escénica, producto de su exposición constante al hecho creativo que se propone establecer un diálogo en relación con los temas esenciales que ocupan al ser humano; sin embargo, en la actualidad ese público se ha fugado y no lo vemos aparecer en los espacios físicos, en donde la magia del demiurgo sucede.

Nos preguntamos entonces ¿en dónde están los espectadores? ¿A dónde se fueron? ¿Cuáles son hoy los discursos con los que dialogan? La respuesta es un tanto incierta, pero podemos establecer algunas hipótesis apoyados en la realidad circundante y en nuestro propio quehacer.

Si bien el teatro y la danza responden a una larga tradición y son, sin duda alguna, una fuente de reflexión profunda sobre el destino y la condición humana, hoy padecen de una enorme crisis porque el público, es decir, la otra parte fundamental para que el arte de la escena suceda, no está ahí. Se ha ido.

Ya hemos hablado aquí sobre la responsabilidad que en este tema tienen los artistas, que en la época contemporánea se caracterizan por la endogamia; es decir, grupos cerrados, una misma comunidad que acuden a los teatros como parte de procesos formativos o de apoyo a sus amigos y compañeros. En algunos casos, asisten espectadores que aún tienen en su agenda privada la asistencia a los teatros, para el enriquecimiento de su cultura escénica, pero de igual manera son, digamos, los mismos de siempre.  

Pero esta vez no enfocaremos nuestra reflexión a la responsabilidad de los artistas, sino a pensar en dónde están las nuevas generaciones, aquellas que nacieron y crecieron con la Internet, que empezaron a relacionarse socialmente a través de los juegos electrónicos y, posteriormente, por las redes sociales.

Cada vez que aparece una nueva tecnología o forma de creación de contenidos se piensa en la dificultad que representa para las formas de expresión tradicionales; y se habla de su desaparición frente a la fuerza que toma el nuevo medio de creación de contenidos. La historia nos dice que las artes tradicionales permanecen, aunque tienen siempre la necesidad de renovarse y adaptarse a los nuevos tiempos, para hablar con un lenguaje cercano y atractivo a las nuevas generaciones.

En una de las reuniones de la ONU, el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, nacido en 1981, hizo un gesto que llamó la atención por venir de un mandatario que representa a una de las generaciones jóvenes y que se mueve como pez en el agua en el espacio virtual de Internet. En aquella ocasión, antes de iniciar su discurso frente a los jefes de estado de otras naciones, Bukele se tomó una selfie y la subió a sus redes sociales.

Posteriormente inició su intervención diciendo que aquel autorretrato sería visto por más personas que las que escucharían su intervención y que el modelo de la ONU era obsoleto porque muy pocas personas veían con interés las reuniones en las que se toman decisiones sobre el destino del mundo.

Nosotros que estamos pensando en dónde están los espectadores coincidimos con el joven presidente en el sentido de que la mayoría de las personas se conectan con el mundo y ven ese mundo a partir de una pantalla del ordenador y, en la mayoría de los casos, de un teléfono móvil. El diálogo de las personas con sus pares sucede de manera virtual a través de las redes creadas por ellos mismos en la Internet. Los internautas son hoy los espectadores que consumen contenidos como invención de este espacio inasible, pero de una gran fuerza simbólica y, sobre todo, creadora de una nueva forma de ver y entender la vida.

Se trata de un tema polémico, y habrá quien disienta de esta reflexión; bien, de eso se trata, de reflexionar, de exponer puntos de vista en relación con nuestro quehacer, de pensar para qué y para quién estamos creando nuestros contenidos, que no mantengamos a la tradición como una bandera inamovible, y que la continuidad dialéctica sea el motor de nuestras acciones para continuar acompañando los procesos sociales.

Los grandes medios de comunicación entienden que sus proyectos deben estar en la red, que los contenidos se dirigen a los espectadores activos en la virtualidad del espacio-tiempo que hoy también compartimos, en gran medida, a través de las redes sociales. Para bien o para mal, las redes sociales son hoy el espejo en el que vemos nuestro reflejo; este reflejo puede ser grotesco o no gustarnos del todo, pero es producto de nuestra época.

Entendemos que los espectadores no desaparecieron y se perdieron en una nebulosa, están aquí y ahora más presentes que nunca; convertidos en actores de su propia vida, sobre exponiendo su privacidad como espectáculo, siendo ellos el sujeto de la historia bajo la condición de exhibir ante el mundo su espacio más íntimo. Ya no son aquellos espectadores introspectivos que acudían al teatro a ver una puesta en escena; todo lo contrario, hoy la reflexión se pierde en la peligrosa línea de la exposición de la vida del individuo que sacrifica su derecho a la intimidad.

La respuesta a la pregunta ¿en dónde están los espectadores?, es compleja, controvertida, polémica y pone al pensamiento en un estado de reflexión que requiere de autocrítica, de romper con el cerco del pensamiento unívoco; se trata de ir más allá de nuestro sistema de creencias para abarcar el todo al que hoy nos enfrentamos como parte de una época.

Las expresiones creativas auráticas seguirán ahí, esperando a que el público, que alguna vez tuvieron, vuelva. Desde mi perspectiva esa ecuación tendría que invertirse: los creativos tienen que ir al encuentro de sus espectadores, hablarles con un lenguaje nuevo, convertirse en los creadores de discursos que sean trascendentes para las nuevas generaciones, que reflejen su mundo, sus preocupaciones y problemas. Los temas esenciales del hombre siguen siendo los de todos los tiempos, sólo cambia la manera de expresarlos y de establecer el diálogo con los otros, a quienes se les habla. A eso le llamamos evolución. 

 

POR JUAN HERNÁNDEZ
IG:@JUANHERNANDEZ4248  
TW: @ISLAS33

LSN