COLUMNA INVITADA

Claroscuros de mitología patria: ¿humanización de héroes?

Pocos recuerdan o saben que, en un arranque de locura iracunda, ese mismo héroe mató con sus propias manos a su mujer Megara, a sus hijos y, de paso, a dos de sus sobrinos

OPINIÓN

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Juan Luis González Alcántara / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de México
Juan Luis González Alcántara / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

En un poema épico que se atribuye a Pisandro de Cámiros del año 600 a.C., se hace el relato más elocuente de la heroicidad griega: los doce trabajos de Heracles. Nadie duda que este personaje es uno de los héroes más emblemáticos del legado helénico a Occidente. Sin embargo, la narración que da luminosidad al semidiós y tiene como culmen la inmortalidad olímpica, deja de lado la parte oscura del hijo de Zeus y Alcmena. Pocos recuerdan o saben que, en un arranque de locura iracunda, ese mismo héroe mató con sus propias manos a su mujer Megara, a sus hijos y, de paso, a dos de sus sobrinos.

Por supuesto, es mitología simple y llana. Pero la lección aportada por los helenos es la desmitificación de los héroes al reconocerles en sus actos naturaleza humana con todos los claroscuros que conlleva tan imperfecta natura. Más aún cuando con los héroes de la vida real se deifican y se entierran aquellos detalles tan humanos de tales personajes de carne y hueso.

En México el 2023 está dedicado como el Año de Francisco Villa, es el propósito de esta reflexión. El general Villa es casi mítico, no es mera casualidad que se le asocie con una entidad del panteón grecorromano: “El Centauro del Norte”.

Me da la impresión que, Pancho Villa como personaje, provoca también en México dos bandos: los que lo glorifican y los que lo desdeñan.

Quienes lo coronan con laureles lo hacen, grosso modo, por ser –de todos los generales de la Revolución mexicana– el más cercano al pueblo llano –el propio Villa es pueblo llano–; hombre de inteligencia natural, lo que lo hace mayormente meritorio –no es un Felipe Ángeles, egresado del Colegio Militar–, es estratega militar intuitivo; hombre magnánimo y generoso con pueblo y tropa; jefe y líder innato que congrega lealtades incuestionables. En fin, es el decir popular “mi general Pancho Villa”, frase que resume la pertenencia material y espiritual de quien aspira a ser un Dorado más en sus filas.

Quienes lo cuestionan lo califican de ser cuatrero o robavacas; hombre inseguro y, por ende, soberbio, recordando su papel de verdugo inclemente en la masacre de San Pedro de las Cuevas –a pesar, de tener fama de ser sensible hasta el llanto–.

En Las 48 Leyes del Poder, de Robert Greene, relata como ejemplo de la trasgresión a la ley la invasión de Villa a Columbus, Nuevo México, y la decisión de enviar una expedición punitiva para castigar al admirado/odiado revolucionario, la que por cierto fue un rotundo y costoso fracaso para los Estados Unidos, para el general Pershing como responsable militar y para el propio Presidente Wilson.

A diferencia de Greene que alega la ignorancia como la mejor de las venganzas, me parece que no podemos olvidar algo: los héroes patrios, más allá de la mística histórica; deben ser reconocidos como lo que son: imperfectamente humanos y por tanto debemos también conocer, nos guste o no, todos sus claroscuros.

POR JUAN LUIS GONZÁLEZ ALCÁNTARA
MINISTRO DE LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN

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