Hablar de Heinz A. Kissinger (quien en suelo americano cambió su nombre a Henry) es recordar a un adolescente exiliado de la Alemania nazi que encontró refugio y una próspera carrera en Estados Unidos y que, a la postre sería el artífice del orden mundial que conocemos.
Estudiante y posteriormente profesor en Harvard, fue un estudioso de las relaciones internacionales, basando su tesis en la Paz de Westfalia y en la restauración de paz tras las guerras napoleónicas.
Conocimiento que puso en práctica como asesor de la Casa Blanca desde la presidencia de J. F. Kennedy hasta el mandato actual de Joe Biden, pasando por ser el titular de la Secretaría de Estado con Nixon y Ford, siendo el elemento clave para el deshielo de la Guerra Fría.
En este sentido, Kissinger, a lo largo de un siglo de vida, es el diplomático más venerado del siglo XX en suelo estadounidense y en latitudes europeas, asiáticas e incluso norteafricanas, ganador de un Premio Nobel de la Paz y consultor geopolítico en varias naciones.
Sin embargo, también es el asesor más repudiado en Latinoamérica, en particular en Nicaragua, Chile o Argentina, así como en Asia, o en el África subsahariana, por su participación como el impulsor del “Plan Cóndor”, decantando en cruentas dictaduras impuestas en la región.
En el personaje de Kissinger se encuentra el análisis profundo del proceso de la toma de decisiones en la arena política, militar y diplomática, bajo sus dos conceptos rectores: “equilibrio estratégico” y “orden legítimo” del sistema internacional, como marco para su debida implementación “en la vida real”.
Mismos que puso en práctica en tiempos de la turbulenta Guerra Fría, a través de su acercamiento con China (Kissinger fue cercano a este gobierno desde Mao hasta Xi Jinping) y con los gobiernos rusos mediante sus “acuerdos expresos” entre las naciones enfrentadas; fue el principal crítico de la guerra de Vietnam y, también, su máximo disuasor, aconsejando la retirada de las tropas estadounidenses del país asiático y firmando los acuerdos de París.
Asimismo, Henry Kissinger estuvo plenamente identificado con la cruzada anticomunista en territorio americano, aunque estuvo en contra de la intervención de Estados Unidos en Bahía de Cochinos, Cuba, fue el arquitecto del golpe de Estado propinado en Chile, al gobierno de Salvador Allende, dejando 17 años de la dictadura de Pinochet; de igual manera, fue quien “ignoró” los terribles actos del gobierno dictatorial de Videla en Argentina; y a quien se le señala como el principal autor del bombardeo genocida en Camboya.
Eso fue Kissinger, un estratega teórico y, a su vez, un pragmático funcionario de alto nivel. Un puente hacia la paz y un despeñadero de muerte.
Kissinger fue el espejo de la política exterior de Estados Unidos. El sistema unipolar, bipolar y el actual multipolar no se entendería sin el papel estadounidense y, por supuesto, de Henry Kissinger.
El arquitecto del actual orden mundial, e incluso algunos de los trazos para el futuro de la relación China-Estados Unidos, el llamado Big K, seguirán presentes en las siguientes generaciones, ya sea para el estudio de las Relaciones Internacionales o para la comprensión de la Realpolitik ya sea en el ámbito doméstico o del exterior. Sin duda, la revisión de su bibliografía y de sus pasajes casuísticos siempre reflejarán el yin yang de Henry Alfred Kissinger.
POR ADRIANA SARUR
@ASARUR
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