PORTAZO

El fracaso de Nuevo León

Nada de cuanto está ocurriendo nos debería llamar demasiado la atención. Pero sí, por lo menos, ruborizar a una buena parte de la sociedad neoleonesa con su tradición de progreso, civilización y cultura

OPINIÓN

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Rafael Cardona / Portazo / Opinión El Heraldo de México
Rafael Cardona / Portazo / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

Cualquier desenlace del enredo mayúsculo en el juego de poder y obediencia del gobernador con licencia de Nuevo León, a quien. por economía llamaremos Fosforito (Fósforo era el seudónimo de Alfonso Reyes cuando escribía crítica de cine), nos lleva necesariamente a la vergüenza.

No la de quienes vemos el asunto a muchos kilómetros de distancia, sino la de los neoleoneses, quienes deberían tener en lo sucesivo más cuidado cuando quieran mirar, por encima del hombro (orgullosos por su pujanza industria, su lámina, su vidrio, sus cervecerías —ya vendidas— y cementeras) a los demás mexicanos de esta República, quienes hemos cometido el error de no sentirnos texanos del sur.

Los hechos recientes en la política de Nuevo León son de carcajada. 

Cuatro “gobernadores” en menos de seis semanas; un aferrado mentiroso cuya tenacidad en defender una posición para su partido en el interinato provocado por su malsana ambición de servirle de prestanombres a Dante Delgado en el esquirolaje y dejar de lado a los ciudadanos electores suyos es en verdad de dar grima.

Pero la verdad nos hallamos frente al dilema no de si primero fue el huevo y luego la gallina, o al revés, sino como el dicho dice sobre el indio y el compadre; la culpa y el responsable. 

No tiene la culpa Samuel. La tienen los ciudadanos de Nuevo León, quienes no tomaron en serio la calidad de las urnas cuando eligieron, primero al Bronco y después al Fosforito.

En esas condiciones nada de cuanto está ocurriendo nos debería llamar demasiado la atención. Pero sí, por lo menos,  ruborizar a una buena parte de la sociedad neoleonesa con su tradición de progreso, civilización y cultura. 

No me imagino, de veras a mi viejo maestro don José Alvarado, votando por Fosforito. Nomás no.

A la hora de culminar estas líneas no se había destrabado el conflicto. Fosforito se niega a acatar un fallo judicial por cuya autoridad un juez le ordena suspender los efectos de su licencia hasta en tanto no quede claro quién será el interno.

Él alega falta de competencia del juzgador.

¿Y quién es él para decidir tal circunstancia? Nadie. ¡Ah!, sí, es el marido de una señora frecuente en las redes sociales y el TikTok, el Instagram y todas esas otras aplicaciones donde se cultivan el espíritu y el pensamiento con cosas tan importantes como la fosforescencia de los zapatos, convertida en lema de campaña política.  

Fosforito representa –dice él— la nueva política. Tiene razón. Esa política de la negación del Derecho y la consolidación de la maniobra. Se llama cuatroteísmo.

El asalto al Congreso estatal es un episodio triste para cualquier Estado. Pero lo es más la escasa reacción ciudadana.

POR RAFAEL CARDONA

COLABORADOR

@CARDONARAFAEL

MAAZ