COLUMNA INVITADA

Federico Silva, Águeda Lozano y Emanuel Tovar en la Galería Páramo

Su vocabulario plástico es expresión de su luminosa singularidad en la escultura, la pintura y la estampa

OPINIÓN

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Créditos: Especial

...perderse en la intuición y sustraer el conocimiento, que en su origen existe solo para servir a la voluntad.

Arthur Schopenhauer.

Tres generaciones de artistas mexicanos que comparten la vocación por equilibrar razones y emociones con profundo conocimiento de la técnica y dispuestos a innovar y resignificar sus procesos, comparten espacio mostrando que existen vasos comunicantes entre sus personales vocabularios plásticos. Federico Silva (1923-2022), Águeda Lozano (1944) y Emanuel Tovar (1974) dialogan con intensidad en el espacio plural de la Galería Páramo, uno de los epicentros de la vida cultural del Occidente mexicano.

Federico Silva (1923-2022) cronista del movimiento, la luz y el sonido, comprendió a cabalidad que los objetos poseen su peculiar espíritu. Guardián de la tradición, a la que renueva para que no se diluya en el silencio y el vacío. La suya, es una fábrica con pertinencia social, vigor técnico y armonía artística. La suya es una obra dilatada plena de profundidad y armonía que lo convierte en el más completo y destacado artista de su generación. Su vocabulario plástico es expresión rotunda de su luminosa singularidad en la escultura, la pintura, la estampa. Recupera la vitalidad del objeto al tiempo en que alienta su liberación.

Águeda Lozano (1944) ha fatigado todos los géneros y técnicas en su lucha por la expresión. Trabaja el metal como seda, el papel como piedra, la tela como aire. Sus formas son evocadoras de pasiones, ideas y símbolos, destinadas a arrancarle a la circunstancia fenoménica su significado, mostrándonos fractales desconocidos de su esencia. Su estética desafía la gravedad por la sorprendente ligereza de sus constelaciones. Una tradición con vocación moderna. Energía renovadora sustentada en una belleza que invita a la contemplación. Obras en desplazamiento perenne, en ruptura con su origen, renovándose.

Dada su formación multidisciplinaria, Emanuel Tovar (1974) es un hacedor de constelaciones inverosímiles que escruta y amplía los territorios de la escultura, el performance y la instalación. Interviene sin remilgos el espacio, la anatomía, además de los entes y cosas de la vida diaria armándolos en calidad de estrategias de expresión filosófica y política que polemizan con la realidad y cuestionan el orden imperante. En su corpus se demuelen los estereotipos de la vida y el arte. Extenúa materiales humildes en su afán por descifrar los entuertos de la realidad. Amante de los opuestos que quisiera en contrapeso: luz-sombra, vida-muerte, creación-destrucción.

Alquimistas de la esperanza que se ciñen a los versos de Enrique González Martínez:

Huye de toda forma y de todo lenguaje que no vayan acordes con el ritmo latente de la vida profunda...y adora intensamente la vida y que la vida comprenda tu homenaje.

Y esto es lo que hacen estos compositores de mundos turbadores en su originalidad y donaire: entender, cada uno a su modo, la “qualitas occulta”, la energía profunda, la fuerza originaria, que anima al espacio a albergar los objetos y, de vuelta, a los cuerpos a inclinarse y adecuarse al territorio. Así, los fabricantes de formas que habitan el vacío se entregan a un quehacer fundamental: colmar la vida de movimiento, dotarla de luz, insuflarle sentido... y acometer la empresa con deseo y felicidad (del griego eudaimonía: “espíritu bueno”, cuyo significado más cercano sería “florecimiento humano”). 

No cabe duda que la fortuna brinda la ocasión, pero sólo la virtud la aprovecha. Virtuosos a la caza de la perfección: Federico Silva, Águeda Lozano, Emanuel Tovar.

POR: LUIS IGNACIO SÁINZ

COLABORADOR

SAINZCHAVEZL@GMAIL.COM

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