A veces las barbaridades tienen una razón de ser.
El ataque de la organización Hamas contra Israel, la mañana del sábado, al comienzo de una fiesta religiosa judía, es una de ellas. Pero también la respuesta israelí.
Para bien o para mal, tiene visos de terrorismo, como suele ocurrir cuando uno de los actores no es un estado constituido: la muerte de personas desprevenidas, la toma de "rehenes" y "prisioneros de guerra", incluso niños, mujeres y ancianos, no habla bien de Hamas.
La idea aparente es un conflicto más amplio, uno que además de atraer a otros grupos combatientes, como Hezbolá en Líbano o disidentes de la Organización para la Liberación Palestina (OLP) en Cisjordania, descarrile los acercamientos y la regularización de relaciones entre Israel y países como Arabia Saudita o Emiratos Árabes Unidos.
La respuesta israelí, tan feroz como el ataque, pero con mayores recursos y sobre blancos determinados de infraestructura y comunicaciones en la llamada Franja de Gaza, ubicados para bien o para mal enmedio de áreas de población civil, satisfacerá sin duda el deseo de represalia del gobierno del ultranacionalista Benjamin Netanyahu, al que la ofensiva de los militantes pareció sorprender. Pero nadie sabe que sigue excepto más problemas.
Hamas afirma que se busca conmemorar el 50 aniversario de la Guerra del Yom Kippur, que sorprendió a los israelíes, y que tratan de vengar y llamar la atención mundial por abusos cometidos en las inmediaciones de lugares sagrados para los musulmanes.
Pero lo más probable es que la dirigencia de Hamas trate tanto de reasegurar su sitio dentro del movimiento palestino como de asegurarse un lugar en la toma de decisiones en cuanto a las relaciones entre Israel y los países árabes.
Los israelíes difícilmente van a aceptar negociar con Hamas o sus aliados y a cambio se endurecerán hacia el territorio de Gaza. Netanyahu lucha además por su supervivencia política.
Por lo pronto, más de 700 muertos israelíes y un mínimo de 413 palestinos, miles de heridos en ambos lados y la destrucción de edificios e infraestructura en Gaza, son el testimonio físico del éxito del ataque terrorista.
La posposición de regularización de relaciones entre Israel y los países árabes es otro, aunque puede decirse que ese proceso no resulta ya de posiciones ideológicas sino de cuestiones geopolíticas prácticas y lleva años en desarrollo.
El beneficiario aparente es Irán, que tiene vínculos con Hezbolá, una milicia musulmana que realizó ataques desde el sur del Líbano, y busca liderar un movimiento contra Israel. Pero esa es una competencia dañina. Al mismo tiempo, hay nacionales de otros países, incluso México, entre los "rehenes", además hay turistas o religiosos establecidos en Israel y Gaza. Eso no mejora la situación política internacional de Hamas.
El motivo del ataque es político. El precio lo pagan seres humanos.
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM
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