El reciente ataque terrorista de la organización palestina Hamas contra Israel, y la brutal respuesta del gobierno de Benjamin Netanyahu, pusieron de relieve tanto un conflicto intratable como la profunda división política, ideológica mundial que impide a los gobiernos abordar y resolver problemas de fondo.
El acto como tal fue terrorista, no importa que cara se le quiera dar: el asesinato de civiles, la decapitación de personas, la toma de rehenes, incluso bebés. Es una campaña para infundir temor, como hiciera Gengis Khan hace 900 años.
La respuesta israelí puede ser la de un gobierno, pero el humanitarismo de demandar el desplazamiento de poco más de un millón de personas no es de un salvajismo menor. Stalin hizo algo así con los chechenos.
La lucha entre israelíes y palestinos es ya una larga historia de choques y venganzas, ataques y represalias. Es un conflicto territorial, pero también religioso, político, cultural, étnico. Y geopolítico.
Gaza recibe el peso de la respuesta israelí, y las denuncias sobre violaciones a derechos humanos y víctimas civiles han comenzado a hacerse presentes. Y eso es correcto, pero muchos denunciantes de la represalia israelí festejaron el igualmente cuestionable, pero exitoso ataque de Hamas.
Puede hablarse de posiciones irreconciliables, por lo menos entre los organismos rectores, sean los extremistas de Hamas o la extrema derecha israelí.
En ese marco, ¿pueden las potencias grandes o pequeñas erigirse en jueces o autoridades morales? Bueno, tienen la fuerza militar o económica para juzgar y condenar. Para ayudar a sus favoritos.
Pero nadie que sepa de historia va a ignorar los esqueletos en el armario, a menos que sean voluntarios. Todos los imperios o hegemones son así.
¿Ejemplos? ¿Puede Rusia, con su actuación en Ucrania, Chechenia, Siria, Checoslovaquia, Hungría y varios etcéteras presentarse como adalid de los derechos humanos y la democracia?
O ¿Estados Unidos? Las intervenciones en Afganistán e Irak no fueron exactamente modelo de moderación y su historia, interna u externa, resulta harto complicada.
Históricamente, China fue una nación introspectiva, que rara vez se preocupó por lo que ocurría fuera de sus fronteras. Pero ahora es una potencia mundial. Nunca, como ahora, había tenido necesidades geopolíticas y económicas que la llevan a proyectar su peso y poderío en su entorno, a veces en detrimento de naciones más pequeñas en reclamo de derechos históricos sobre zonas estratégicas y potencialmente ricas. Y eso, sin contar con relatos de represión interna.
Países relativamente más pequeños, pero con peso histórico o político, de Turkiye a Cuba, de Francia a Irán, tienen sus propios, y no muy lejanos, episodios de oscuridad. Y no son los únicos.
El actual conflicto ha llevado a muchos gobiernos a tomar posiciones, usualmente de acuerdo con conveniencias políticas, internas o externas.
Pero infortunadamente pocos, si acaso, con la idea de buscar soluciones viables para lo que parece un conflicto inacabable.
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM
@CARRENOJOSE1
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