Un tema que, desafortunadamente, ha generado mucho revuelo en redes sociales y en diversos medios de comunicación es el de los supuestos bebés decapitados por Hamás. No es el objetivo de este breve escrito determinar si tal noticia es verdadera o falsa.
Lo menciono porque cada persona decidirá creerlo o no, basándose en sus propias opiniones; no tiene sentido intentar convencer a quien no está dispuesto a cambiar de parecer. Sin embargo, me veo en la necesidad de preguntar: ¿es realmente necesario presenciar imágenes de recién nacidos brutalmente asesinados para definir una postura sobre el conflicto entre Israel y Palestina? ¡Qué cuestionamiento tan absurdo!
Lo peor es que resulta válido para muchos individuos con diversas opiniones sobre el tema. Hay quienes en el fondo querían que fuera verdad, pues así podían justificar sus retóricas. Esta constante exposición ha fomentado un creciente cinismo, donde la validez de un evento a menudo se asocia con su representación visual.
Ciertamente, quien busca halla: en todas las redes sociales circulan videos de civiles fallecidos, tanto de Israel como de Palestina. Aquellos que con vehemencia exigían evidencia visual de la tragedia ahora tienen amplias muestras a su disposición.
El conflicto en el Medio Oriente, como tantos otros eventos globales, es una fuente interminable de debate, análisis y, lamentablemente, polarización. Sin embargo, lo que es indiscutible es la pérdida de vidas inocentes. El cinismo es tan alto que para muchos la medida se basa en el número de muertes o el instante de estas.
Así mismo, en el presente ya no es noticia nueva que el contenido se puede manipular fácilmente y las 'fake news' son moneda corriente, ¿no es el escepticismo una herramienta de suma validez? Si bien las imágenes pueden ser una herramienta para revelar la verdad, no deberían ser el único estándar por el cual juzgamos la realidad.
Por último, se ha visto con mucha fuerza el "whataboutism" (y si...), esa táctica de desviar la atención de una cuestión señalando otro problema, se ha convertido en un recurso popular para justificar o minimizar tragedias.
La necesidad imperiosa de ver la tragedia representada visualmente para creerla o sentir una causa muestra a una sociedad cínica y adormecida por la sobreexposición mediática. El conflicto en el Medio Oriente, como muchos otros que golpean el escenario mundial, se ha reducido, para algunos, a una mera competencia de quién muestra más muertes, más sangre, más horror. Es un lamentable reflejo de la condición humana actual: desensibilizada, polarizada y sedienta de pruebas visuales de dolor antes de permitirse ser consciente de su realidad. El valor de una vida no vale si no se adecua a la causa.
POR IGNACIO ANAYA
COLABORADOR
@Ignaciominj
MAAZ