Sin más. Los tiempos de la 4T son inescrutables. O nunca llegan, como es el tener un servicio de salud tipo el de Dinamarca, o son raudos y expeditos; esto último usualmente sucede cuando se trata de las ocurrencias presidenciales. Así, a la voz de “hay que cerrar el servicio aéreo de carga en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México”, un decreto presidencial viene en camino para cumplir la petición.
El director de la Agencia Federal de Aviación Civil (AFAC), el general Miguel Enrique Vallín Osuna (nótese la incongruencia de un militar siendo el director de lo civil; una más…), solicitó a la Comisión de Mejora Regulatoria (CONAMER) que se lleven a cabo los plazos de consulta estrictamente necesarios para poder proceder a publicar el decretazo.
La justificación es una realidad que lleva años de ser cierta, pero que ahora —de pronto y por decreto— resulta es urgente: la saturación del AICM y con ello, la posibilidad de un accidente…
En principio podría ser una buena idea mandar todo lo que es transporte aéreo de carga del Valle de México a otro lado que no sea el Benito Juárez. Mas, para que ello fuera exitoso, se requería tener listas todas las necesidades que eso conlleva. Pero en México, ya sabemos, ponemos “la carreta por delante del buey”.
Desde bodegas para almacenar productos, cámaras frías para contener alimentos y medicinas (por lo pronto, esos productos tendrán que seguir volando desde y hacia el Benito Juárez; aviones de mitad carga, lo que se traduce en transporte más caro); vías de comunicación tan variadas como las que tiene el AICM y una larga lista que detalles no menores que no pueden concretarse mediando un decreto…
Por cierto, adicionalmente había que pensar un adecuado cambio de rutas aéreas, lo cual debe hacerse de acuerdo a agencias de aeronáutica internacional que vigilan los cielos en todo el mundo para no incrementar el número de accidentes en lugar de reducirlos…
En el 2022, más de 570 mil toneladas de carga se movieron a través del AICM. Toneladas que se traducen en aviones, procesos, logística. Esto es, que van más allá del aeropuerto en sí y que inciden en precios, costos, negocios, empleos, trabajadores, y sus vidas y dinámicas diarias.
Aunque no se dice, se sabe que el objetivo de fondo es que el AIFA comience a tener algo cercano al tráfico aéreo que no ha conseguido en los meses que lleva abierto. El decreto como una forma obligada para producir tráfico aéreo. Para reducir los subsidios que sí se le dan a Santa Lucía —que el gobierno federal nos oculta—; unos “que no los tiene ni Obama”. Dineros que ya quisieran los mexicanos enfermos de cáncer de clase media y baja para poder atender su padecimiento.
Veremos si no resulta, además, que se genere el efecto de pérdida doble. ¿A qué me refiero? Que en una de esas la carga, en lugar de dirigirse al AIFA, emigra al aeropuerto de Toluca. Seguro las autoridades ni lo han considerado.
Las leyes de mercado (y de la aviación) no entienden de ocurrencias o caprichos. El AIFA es el mejor ejemplo de ello. Poco importa que esté nuevo o que se promuevan vuelos relativamente baratos si la fórmula económica y de conectividad no está ahí.
Me empiezo a preguntar: ¿el objetivo del gobierno federal es que el AIFA prospere o ya de plano simplemente darle la puntilla a la aviación y al comercio en nuestro país?
POR VERÓNICA MALO GUZMÁN
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@MALOGUZMANVERO
MAAZ