Una de las obligaciones indeclinables de cualquier gobierno, además de proveer la seguridad indispensable para que florezcan la civilización y la cultura, es promover el desarrollo económico y social para beneficio de su población. La tarea es uno de los tres pilares de la cooperación internacional (los otros dos son el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, y la promoción de los derechos humanos). Por eso, el preámbulo de la Carta de las Naciones Unidas menciona que: Nosotros, los pueblos de las Naciones Unidas…(estamos) resueltos…a promover el progreso social y a elevar el nivel de vida dentro de un concepto más amplio de la libertad,
Desde el final de la segunda guerra mundial, gobiernos de todas las regiones y credos ideológicos han aplicado una variedad de políticas económicas y sociales para impulsar el desarrollo económico y social. Desde esos años, los diseñadores de las políticas públicas se enfrentan al reto de cómo evaluar mejor el éxito de sus políticas. Muy pronto, el Banco Mundial adoptó como su indicador básico de progreso el crecimiento anual del producto interno bruto (PIB) de una economía. Más adelante, al advertirse que una economía podía crecer mucho en un año, pero que si su población también crecía aceleradamente ese crecimiento no era tan significativo, se introdujo un segundo indicador para medir el éxito: el volumen total del PIB en un año, pero dividido entre el número de sus habitantes, es decir, el PIB per cápita.
La tasa de crecimiento del PIB, como indicador del progreso de un país, fue cuestionada desde hace muchas décadas porque no reflejaba la situación interna real en ese país. Una nación podía registrar altas tasas de crecimiento de su PIB, y de su PIB per cápita, sin que esa tendencia significara un mejoramiento de la situación de la mayoría de su población, debido a desigualdades en la distribución del ingreso entre sus habitantes.
Por esa razón, desde 1990 el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) inició la publicación anual de su Informe sobre Desarrollo Humano, centrado en la situación de los habitantes de cada país, y no en la producción de bienes y servicios de su economía.
Desde hace 32 años el PNUD mide el desarrollo humano de todos los países de acuerdo a las posibilidades y libertades que ofrece a sus habitantes de vivir una vida plena, tomando en cuenta indicadores de salud, educación e ingresos económicos, entre otros. El pasado 8 de septiembre dio a conocer su último Informe correspondiente a 2021-2022, titulado Tiempos inciertos, vidas inestables, configurar nuestro futuro en un mundo en transformación, que contiene noticias muy desalentadoras.
Por primera vez en las tres décadas del Informe, se registra un retroceso generalizado en el Índice de desarrollo humano a nivel global. La pandemia del Covid19, y la crisis económica en 2020-2021, agravada por la invasión de Rusia a Ucrania y el proceso inflacionario mundial de 2022, revirtió la tendencia al alza del Índice de desarrollo humano global registrado de 1990 hasta 2019. Han desaparecido los avances logrados de 2015 a 2019 en la lucha contra la pobreza, el hambre, la salud, la educación, lo que ha repercutido negativamente en la protección de la biodiversidad, la lucha contra el cambio climático, la igualdad de género, o la transición hacia energías limpias.
En ese contexto, América Latina y el Caribe se han visto muy afectadas. Varios países del área, con México a la cabeza, sufrieron retrocesos significativos. Nuestra región fue una de los más afectadas por la pandemia, con el 33 por ciento de las muertes por COVID-19 a nivel mundial a fines de 2021. También fue la región con la caída económica más pronunciada, de cerca del 7 por ciento en 2020.
México registra un descenso constante en su Índice de desarrollo humano. En tres años nuestro país perdió doce lugares en el ranking global al pasar del lugar 74 en 2018 a la posición 86 en 2021, aunque por encima de Brasil (87), y Colombia (88), pero debajo de países como República Dominicana (80), Cuba (83) y Perú (84).
México ha registrado un crecimiento negativo del PIB a partir de 2019. La recuperación de 2021 no compensó el estancamiento de 2019 y la caída de 2020. En cuanto al PIB per cápita, según el Banco Mundial, éste se recuperó entre 2020 (8431 dólares) y 2021 (9926 dólares), aunque sigue por debajo de su nivel alcanzado en 2014 (10928 dólares). Este Informe del PNUD demuestra que, al igual que muchos otros países del mundo, también reprobamos en desarrollo humano. ¿Porqué? Porque no invertimos lo indispensable en el desarrollo de las personas.
POR MIGUEL RUIZ CABAÑAS IZQUIERDO
PROFESOR Y DIRECTOR DE LA INICIATIVA SOBRE LOS ODS EN EL TEC DE MONTERREY
MIGUEL.RUIZCABANAS@TEC.MX
@MIGUELRCABANAS
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