CASCABEL AL GATO

Razones del obradorismo (o el gran y el pequeño locutor)

El obradorismo es, sin duda alguna, el fenómeno más interesante que ha dado la política mexicana en varias décadas

OPINIÓN

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Adrián Velázquez Ramírez / Cascabel al Gato / Opinión El Heraldo de México
Adrián Velázquez Ramírez / Cascabel al Gato / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

El obradorismo es, sin duda alguna, el fenómeno más interesante que ha dado la política mexicana en varias décadas. Y, sin embargo, los esfuerzos por entenderlo más allá de las fronteras de este movimiento han sido más bien escuetos y casi siempre se han detenido (antes de empezar) en consignas vacías y adjetivos que lo desacreditan.

La negligencia de muchos sectores de la opinión pública a encontrar una narrativa comprensiva del obradorismo le hace flaco honor a una sociedad que se moviliza (ya sea a favor o en contra) en torno a los ideales que lo animan. El resultado: el cada vez más evidente desencuentro entre la realidad nacional y aquello que sale de la boca de estos formadores de opinión.

Recientemente, Gibran Ramírez calificó a López Obrador como un “gran locutor”, cuestión contrastó en desmedro de sus expectativas de que el presidente fuera un “verdadero líder populista”. Así pues, no ha habido, se lamentó, “construcción de pueblo” ni movilización popular. Y, sin embargo, el obradorismo se mueve y se plantea cómo asegurar la transformación democrática de las instituciones una vez que el presidente concluya su mandato.

Y es que la frase del que hasta hace poco tiempo buscó posicionarse como un intérprete del obradorismo revela no pocos puntos ciegos, mismos que tampoco son atribuibles a el sino a la teoría del populismo en la que se apoya. Si la perspectiva constructivista asume que hay que “construir un pueblo”, es porque piensa que este no existe. El pueblo sería la creación ex nihilo de un líder y su voluntad. Nada de esto sirve para comprender al obradorismo.

Es también esta postura lo que le impide percibir la vital función que ha complido López Obrador como narrador: de nuestra historia, de los males que todavía nos aquejan, de los malabares de oposición incapaz de renovarse, de las instituciones que heredamos del neoliberalismo.

Un conductor no “crea” un pueblo, sino aquel que lo reconoce como una realidad social positiva. Si este puede ofrecer narraciones que son aceptadas por el pueblo, es precisamente porque le habla de frente, ya sea desde un balcón, una conferencia o una gira.

La narración y movilización no son opuestos, sino la condición de un vínculo que une y obliga a ese locutor con un pueblo. Punto de encuentro y compromiso. Jamás creación voluntarista.

Seguiremos andando en el camino a tientas esperando que los relatos sobre la vida pública expresados en los medios se renueven. Y, tal vez por suerte, tal vez por empeño, en Televisa logren encontrar alguna coordenada que ayude ese comprender ese gran fenómeno popular que es el obradorismo. 

Adrián Velázquez Ramírez

@AdrianVR7

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