POLÍTICA Y DIPLOMACIA SOSTENIBLE

La Guardia Nacional y el futuro de México

Nuestras fuerzas armadas tienen origen popular, muy distinto al origen elitista, oligárquico, de las instituciones armadas en la mayoría de los países de América Latina

OPINIÓN

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Miguel Ruiz Cabañas / Política y Diplomacia Sostenible / Opinión El Heraldo de México
Miguel Ruiz Cabañas / Política y Diplomacia Sostenible / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Según la última encuesta del INEGI cobre cultura cívica (ENCUCI 2020), en nuestro país el Ejército y la Marina son las instituciones con el mayor nivel de confianza entre la población, con 63.8%. No se trata de en apoyo unánime, pero gozan del respeto de la mayoría de la población. Son instituciones leales a la república, portadoras del nacionalismo histórico mexicano, y corren a auxiliar a la población en casos de desastre. https://www.inegi.org.mx/programas/encuci/2020/ 

Nuestras fuerzas armadas tienen origen popular, muy distinto al origen elitista, oligárquico, de las instituciones armadas en la mayoría de los países de América Latina. Desde luego, no son perfectas, y a lo largo de las últimas décadas hay casos de abuso, corrupción y violaciones de derechos humanos. Pero nuestras fuerzas armadas facilitaron la transferencia pacífica del poder desde 1929. Muy pocas naciones del mundo, incluyendo a la mayoría de las europeas, pueden presumir este récord. 

Las fuerzas armadas mexicanas, como cuerpo del estado, se han mantenido al margen de la actividad política, sin perjuicio de que algunos de sus integrantes, individualmente hayan ocupado posiciones de gobierno. Este logro fue resultado de la decisión del presidente Manuel Avila Camacho, el último militar que ocupó la presidencia de la república, de propiciar la transferencia del gobierno a los civiles en 1946. 

Al fundar el PRI en ese año, Avila Camacho regresó a los militares a sus cuarteles. Eliminó al sector militar del nuevo partido, que había formado parte, junto con los obreros, los campesinos y el sector popular, del Partido de la Revolución Mexicana. Se trataba de evitar peligrosas divisiones al interior del Ejército, como había ocurrido en 1940, y de conformar un régimen que se identificara con la coalición vencedora de la segunda guerra mundial, encabezada por Estados Unidos y el Reino Unido. Soledad Loaeza ha hecho un fascinante relato de este proceso. Https://libros.colmex.mx/tienda/a-la-sombra-de-la-superpotencia-tres-presidentes-mexicanos-en-la-guerra-fria-1945-1958/ 

A partir de entonces en México se desarrolló un régimen de partido hegemónico, dominado por civiles, con episodios autoritarios, pero que mantuvo siempre formas democráticas. El Ejército y la Marina mantuvieron una presencia significativa en todo el territorio, pero sometidas al presidente de la república en turno. Se consolidó un Ejercito que contaba con una enorme autonomía en su organización interna, pero respetuoso de las instituciones civiles. México se libró de los golpes de estado tan comunes en nuestra región.

La relación que se estableció entre civiles y militares en 1946 se mantuvo a lo largo de muchas décadas. Las dificultades se presentaron por el surgimiento de un nuevo actor, cada vez más fuerte, a partir de los años setenta del siglo pasado: las organizaciones criminales dedicadas al narcotráfico, esparciendo violencia y corrupción. Desde 1948 (sí, en el gobierno de Miguel Alemán), los presidentes empezaron a recurrir a los militares para las campañas de erradicación de cultivos ilícitos, y después para todo tipo de operaciones para tratar de combatir al crimen organizado. 

Una mirada con perspectiva histórica muestra cómo creció gradualmente la dependencia del estado mexicano de sus fuerzas armadas para combatir al crimen organizado. El poderío económico y la inmensa capacidad de fuego de estas organizaciones, alimentado por la corrupción y los vendedores de armas desde Estados Unidos, rápidamente superó la capacidad de control de las policías locales y estatales, e incluso de la policía federal.

Al inicio de su gobierno, el presidente López Obrador decidió entregarles el control de la seguridad pública, creando la Guardia Nacional y desapareciendo la policía federal. No solo eso, les dio un peso insospechado en el gobierno, en la construcción de obras públicas, y en la administración de aduanas, puertos y aeropuertos. Les ha dado un papel en la economía que, inevitablemente, tendrá un efecto creciente en la esfera política. Se han alterado los equilibrios de 1946, con consecuencias de largo plazo para la democracia y la sociedad mexicana. Les ha encargado tareas que rebasan por mucho su mandato constitucional.

En muchos países democráticos, como España, Francia e Italia, existen policías militarizadas, que dependen de los Ministerios de Defensa para su régimen interno, pero que responden a las autoridades civiles, a los ministerios del interior, para realizar sus actividades policiales. Pero no se mandan solos. A diferencia de los regímenes en Cuba, Egipto, o Venezuela, hay sometimiento, en todo el territorio, a las autoridades civiles. Tienen credibilidad. Gozan de un enorme prestigio entre la población. En Italia se dice “¡parola di carabinieri!”, como en México usamos “palabra de honor”. 

Necesitamos una Guardia Nacional que aspire a funcionar como los Carabineros en Italia. Una cuerpo altamente entrenado, con disciplina militar, pero supeditado a las autoridades civiles, que pueda coordinarse con policías locales y estatales renovadas. El tema más importante no es si la Guardia Nacional pasa a depender de la SEDENA como tercera fuerza armada (además de Ejército y Fuerza Aérea), sino la relación que se está conformando entre civiles y militares en México. Debe haber una reforma integral que refuerce la supeditación de la Guardia Nacional y todas las fuerzas armadas al poder civil constituido democráticamente.

POR MIGUEL RUIZ CABAÑAS IZQUIERDO
PROFESOR Y DIRECTOR DE LA INICIATIVA SOBRE LOS ODS EN EL TEC DE MONTERREY
MIGUEL.RUIZCABANAS@TEC.MX
@MIGUELRCABANAS

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