Más allá de los pronósticos apocalípticos, el gobierno se adentra a la segunda mitad de su mandato con un fuerte apoyo popular y con una nutrida agenda de reformas. Ante esta situación parece prematuro abrir la discusión sobre la propuesta oficialista para el inminente relevo. Lo cierto es que los equipos se preparan y conforme nos adentremos al próximo año, la discusión pública se desplazará hacia este escenario.
La tesis que ha dado sentido al gobierno de López Obrador es clara, pero vale la pena tenerla presente.
Se trata de un gobierno que no busca la gestión del orden establecido, sino que se plantea la transformación de las instituciones. El objetivo de esta transformación es asegurar las condiciones de bienestar para el pueblo mexicano, recuperar las funciones sociales del Estado y garantizar el acceso a los derechos postergados durante la larga noche neoliberal.
Es frente a esta propuesta que se tendrán que posicionar las diferentes alternativas que busquen presentarse como factor de continuidad de la 4T. ¿Cómo se distribuyen hoy las posiciones en este sentido? ¿Cuáles son los clivajes que podrían organizar la disputa interna por la continuidad de la 4T? Una posición está hoy representada por el senador Ricardo Monreal. Su discurso público se ha centrado en señalar la necesidad de un “saneamiento de las instituciones”. Preocupado más por las formas que por el contenido, ha hecho propio el diagnóstico opositor sobre los efectos perniciosos de la “polarización”. En este sentido, es difícil entender cuál es la propuesta programática del senador para 2024. El cálculo pareciera ser que la ciudadanía llegará agotada de un exceso de política y que se inclinará por alguien que les garantice un respiro.
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Claudia Sheinbaum busca posicionarse en otro polo. Identificándose plenamente con la agenda del Presidente, el cálculo pareciera ubicarse en plena oposición con aquella mantenida por el grupo monrealista.
Lejos de un cansancio con la “polarización”, el apoyo popular al gobierno de López Obrador indicaría la voluntad de profundizar las políticas de transformación. El límite de esta posición es si la jefa de Gobierno podrá complementar esta identificación, con una agenda propia que le permita marcar un matiz respecto al popular Presidente.
La otra posición la marcará, sin duda, Marcelo Ebrard.
Con una buena gestión de la política exterior fijada por López Obrador, la agenda del canciller busca hacer equilibrio entre un discurso progresista asumido y una cara más moderada. El problema con el que se enfrentará es la falta de gestión y territorio que le permita mostrar que ese discurso progresista se sostiene en propuestas concretas. El primer dilema que deberá enfrentar el canciller es sobre el momento oportuno para abandonar los reflectores de la SRE, para hacer campaña en sueño nacional. Con todo el camino por recorrer, este es apenas un apunte inicial sobre un recorrido que promete ser fundamental para el futuro del país.
POR ADRIÁN VELÁZQUEZ RAMÍREZ
COLABORADOR
@ADRIANVR7
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