En el año 2019 (prepandemia) la Organización Mundial de la Salud realizó su evaluación de seguimiento sobre la “cobertura universal en salud” (OMS 2021). De acuerdo con los resultados, México es un país de “alta cobertura de servicios”, con 74 puntos (sin avance en las dos últimas administraciones), los países bajos (sistema de salud al que aspira la Cuarta Transformación) se han mantenido constantes durante las últimas dos décadas por arriba de 80 puntos.
La pandemia de COVID-19 ha provocado importantes interrupciones en la prestación de servicios de salud esenciales, las poblaciones más desfavorecidas han sido las más afectadas, pues el acceso a los servicios de salud parece ser cada día más inefectivo.
Los efectos combinados de un modelo de salud neoliberal impulsado por organismos internacionales y las nuevas presiones surgidas por la pandemia de COVID-19 hacen más urgente la implementación de un nuevo modelo de salud contra hegemónico, en donde la Atención Primaria a la Salud sea entendida de manera correcta ante los nuevos desafíos del país y se evite caer en errores cometidos en el pasado.
De acuerdo con la encuesta de IPSOS sobre Salud global y Servicios 2021, es probable que la pandemia de COVID-19 retrase el progreso hacia la cobertura universal de salud entre las poblaciones más desfavorecidas.
El estudio muestra que tan sólo 32 por ciento de la población mexicana percibe que el acceso y la calidad a los servicios de salud es buena; sin embargo, 56 por ciento tiene confianza en que mejorarán.
Los mexicanos desean mejores servicios de salud y el presidente Andrés Manuel López Obrador lo reconoce de fondo: “la 4T no es un cambio de gobierno, es un cambio de régimen” (y en este caso de un régimen en salud), es por ello la imperiosa necesidad de incluir en el debate de la salud en México un nuevo modelo de salud que esté a la altura de este cambio de régimen y no sólo de un cambio en las políticas de gobierno.
El Presidente de México anunció, en Nayarit, de facto, el fin del Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi) para atender a la población sin seguridad social (y su modelo de salud), para dar paso al programa IMSS-Bienestar, ese día el Presidente sentenció:
“Hay una nueva realidad (en salud), no se puede poner vino nuevo en botellas viejas. Ya se están llevando a cabo reacomodos, es distinto completamente lo que está sucediendo ahora a lo que pasaba durante el periodo neoliberal”; sin embargo, contrario a las indicaciones del Presidente, un viejo lobo se ha vestido de oveja contemporánea, pretendiendo impulsar un modelo de salud desarrollado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que sólo responde a intereses de grupo y no de la colectividad.
Será cuestión de tiempo para ver si los encargados de “federalizar” el sistema de salud respaldan esta idea. No se puede poner vino nuevo en botellas (odres) viejas, la fermentación del vino nuevo romperá las costuras viejas y reventará la botella.
En el debate actual sobre la salud, se necesita vino nuevo en botellas nuevas. Mantengamos viva la llama de la esperanza.
POR JUAN MANUEL LIRA
MÉDICO Y ANALISTA EN TEMAS DE SALUD
@DOCLIRA1
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