POLÍTICA Y DIPLOMACIA SOSTENIBLE

Ambigüedad

Estas resoluciones no detendrán la agresión lanzada por Putin. Pero sí demuestran su aislamiento internacional. No habrá total impunidad

OPINIÓN

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Miguel Ruiz Cabañas / Política y Diplomacia Sostenible / Opinión El Heraldo de México
Miguel Ruiz Cabañas / Política y Diplomacia Sostenible / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Las últimas dos semanas han registrado movimientos de las placas tectónicas del sistema internacional. La invasión rusa de Ucrania, un estado independiente miembro de las Naciones Unidas, ha realineado a las fuerzas internacionales, y al interior de muchos países. 

No fue posible que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas tomara decisiones para obligar a Rusia a detener su agresión, en virtud del veto con el que cuenta esa potencia militar en el órgano que tiene la responsabilidad primordial de mantener la paz y la seguridad internacionales. Pero el tema fue llevado a la Asamblea General, donde una amplia mayoría de 141 estados aprobó una resolución condenando la invasión y exigiendo a Rusia el retiro de sus tropas del suelo de Ucrania. Sólo cuatro países acompañaron a ese país en su rechazo a esta resolución: Bielorrusia, Siria, Eritrea y Corea del Norte. 

Hay que hacer notar que ningún estado de América Latina y el Caribe respaldó con su voto la agresión rusa. Es cierto, la resolución de la Asamblea no es obligatoria, pero sí refleja el sentir de la comunidad internacional. La inmensa mayoría de los estados, incluyendo a nuestro país, decidió defender los principios básicos de convivencia internacional contenidos en la Carta de las Naciones Unidas.

De la misma manera, el Consejo de Derechos Humanos, sesionando en Ginebra, también aprobó una resolución que condena la agresión de Rusia y crea una comisión internacional especial para investigar las violaciones de derechos humanos que el gobierno ruso está cometiendo en Ucrania. Tal vez Putin podrá imponer su voluntad a ese país por medio de la fuerza bruta; quizá logre someter al pueblo ucraniano a sus dictados. Pero la comunidad internacional no ha sido indiferente, ha condenado su agresión, y ha creado un mecanismo internacional para investigar y exponer las violaciones de derechos humanos que está cometiendo. 

Estas resoluciones no detendrán la agresión lanzada por Putin. Pero sí demuestran su aislamiento internacional. No habrá total impunidad. Los actos de Rusia, la potencia ocupante, serán evaluados por instancias internacionales a los que no llega su poder de veto, hasta que un día el gobierno de Rusia, o acaso uno que eventualmente le suceda, se convenza de que su imposición por la fuerza sólo reafirmó el deseo del pueblo ucraniano de hacer efectivo su derecho a la libre determinación, mencionado en el párrafo 2 del artículo 1 de la Carta de la ONU. Lo mismo le ocurrió a la Unión Soviética en Afganistán, y a Estados Unidos en Viet-Nam.

La Constitución que nos rige encarga al titular del poder ejecutivo la dirección de la política exterior del país. En efecto, como hemos recordado en varias ocasiones en este espacio, la fracción décima del artículo 89 incluye entre las facultades y obligaciones del Presidente: “Dirigir la política exterior…En la conducción de tal política, el titular del Poder Ejecutivo observará los siguientes principios normativos: la autodeterminación de los pueblos; la no intervención; la solución pacífica de controversias; la proscripción de la amenaza o el uso de la fuerza en las relaciones internacionales; la igualdad jurídica de los Estados; la cooperación internacional para el desarrollo; el respeto, la protección y promoción de los derechos humanos y la lucha por la paz y la seguridad internacionales.”

Esos principios encuadran y limitan el poder del presidente para dirigir la política exterior. No puede hacer lo que le plazca. De acuerdo a nuestra Constitución, no puede conducir una política internacional basada en sus propios gustos, posiciones ideológicas o inclinación partidista. La política exterior del país tiene que observar simultáneamente los ocho principios normativos inscritos en la Carta Magna. No puede aplicar esos principios en forma discrecional, ambigua o contradictoria. La invasión no provocada de Rusia a Ucrania ofrece una oportunidad al presidente de refrendar, con sus pronunciamientos y posiciones,cada uno de los principios normativos mencionados. 

Lo que está en juego en Ucrania es, en primer lugar, el derecho del pueblo ucraniano a su libre determinación, sin injerencias externas. Es un derecho fundamental que el pueblo mexicano ejerció hace 200 años, al independizarnos de España. El principio de no intervención debe aplicarse sin cortapisas. Así, sedebe exigir a Rusia que se abstenga de intervenir en Ucrania, porque al hacerlo impide su derecho a la libre determinación. Rusia lanzó una invasión, frente a la que Ucrania está ejerciendo su derecho inmanente a su legítima defensa, garantizado en el artículo 51 de la misma Carta de la ONU.

México podría, si así lo decidiera, enviar armas a Ucrania y ayudarle a defenderse de la agresión. Pero la posición adoptada ha descartado esa posibilidad, ola de imponer sanciones a Rusia que no tengan respaldo del Consejo de Seguridad de la ONU. Por supuesto, esta opción está descartada por el veto de Rusia en ese órgano. Lo que sí puede hacer es enviar asistencia humanitaria a ese país, y puede apoyar a los organismos internacionales como el Programa Mundial de Alimentos o el UNICEF con donaciones.Nos estamos tardando.

México debe propugnar por una solución pacífica de esta controversia. Debe mantener su condena al uso de la fuerza por parte de Rusia; promover el respeto, la protección y promoción de los derechos humanosen Ucrania, y seguir pugnando por la paz y la seguridad internacionales. Así lo hizo en la ONU, en Nueva York y en Ginebra. Pero algunas declaraciones presidenciales dejan ver ambigüedad en la posición mexicana. No se trata de un conflicto entre Rusia y Ucrania. Es una agresión unilateral, no provocada. Hay un agresor y un agredido. Es inmoral e injusto ponerlos al mismo nivel. Simpatizar con Ucrania, nación agredida, no convierte a nadie en agente secreto de otro país.

México siempre se ha manifestado en contra de las agresiones externas porque las sufrimos en carne propia. Están grabadas en forma indeleble en el código genético de los mexicanos. Nunca hemos sido una potencia militar. Nuestro interés nacional básico está en el cumplimiento estricto del derecho internacional y de la Carta de la ONU. Además, nada nos garantiza que México no puede ser en el futuro una víctima de una agresión externa. Tendemos a ver como lejana la posibilidad de sufrir una agresión o incursión foránea porque la última tuvo lugar en 1916, aunque muchas amenazas se repitieron hasta los años treinta del siglo pasado. Pero Trump ya nos recordó que a él le gustaría hacer lo mismo que hizo Putin en Ucrania “en su frontera sur”, es decir, con o contra nosotros. 

Caer en ambigüedades en el caso de Ucrania nos aleja de muchas maneras de nuestros intereses nacionales en materia de seguridad, de integración económica con América del Norte, o de solidaridad con Europa y América Latina. Perdemos credibilidad y confiabilidad. La política internacional de México no debe someterse a simpatías ideológicas. Debe ser una política arraigada en nuestros principios históricos, con visión de futuro y al servicio de la gente.

POR MIGUEL RUIZ CABAÑAS IZQUIERDO ES PROFESOR Y DIRECTOR DE LA INICIATIVA SOBRE LOS OBJETIVOS DE DESARROLLO SOSTENIBLE EN EL TECNOLÓGICO DE MONTERREY

@miguelrcabanas

miguel.ruizcabanas@tec.mx

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