Más allá de las razones de la invasión rusa en Ucrania, habría que acreditar al presidente Vladimir Putin con una de las más infortunadas restauraciones en la historia humana.
Y no, no se trata del restablecimiento del imperio ruso y su cinturón de "seguridad" territorial.
Se trata de la "diplomacia de las cañoneras", una de las formas menos sutiles del imperialismo.
Según algunas definiciones legales, la diplomacia de cañonero es un eufemismo para el imperialismo occidental del siglo XIX, que consistía en presionar a un país menos desarrollado o poderoso para aceptar un tratado desigual, favorable al país que presiona; en caso de negativa, se envía un barco –o una flota– para bloquear o bombardear sus puertos y obligarle a aceptar sus condiciones.
Esa situación se relacionaba normalmente con las potencias anglosajonas, Gran Bretaña y Estados Unidos. Pero la verdad, todas las potencias que pudieron utilizaron ese recurso "diplomático" como les fue posible.
Pregúntese si no a los chinos, que en el siglo XIX sufrieron el embate de una guerra con Gran Bretaña por tratar de evitar la llegada de opio, y luego enfrentaron conflictos armados con una varios países –incluso la Rusia Zarista, Japón, Italia, Alemania, Francia y Estados Unidos– por concesiones comerciales o territoriales.
Todavía en el siglo XX la Unión Soviética hizo su parte en la diplomacia armada. ¿Recuerdan Finlandia 1939?
En el caso de México, podrían recordarse la "guerra de los pasteles" con Francia en 1838, la invasión de 1862 o las intervenciones estadounidenses.
La manifestación tradicional de poderío militar era y es el naval, porque con barcos y bases se controlan las rutas comerciales marinas.
De ahí las bases establecidas por Gran Bretaña, Estados Unidos y con más sigilo por Francia, alrededor del mundo. Por eso Rusia y China se esfuerzan ahora en crear armadas y asegurarse salidas al mar o bases lejanas.
Hoy, además, habría que añadir fuerzas aéreas y de cohetería estratégica.
La diplomacia de fuerza nunca ha estado completamente fuera de moda, pero después de la Segunda Guerra Mundial se estableció una semblanza de orden internacional que permitió ilusionarse con la igualdad jurídica entre naciones, grandes y pequeñas, o el respeto mínimo al derecho internacional.
Cierto, fue reemplazada por presiones económicas y políticas, menos espectaculares y quizá menos crueles, pero igualmente efectivas.
La invasión de Ucrania es puramente geopolítica: los reclamos en favor de derechos convenidos, pero pendientes, para la minoría étnica rusa pudieron haber sido satisfechos con la confirmación de la secesión de las "repúblicas populares" de Donetsk y Lunhansk. Pero no, sólo eran el pretexto.
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
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