COLUMNA INVITADA

Esperanza

Razón suficiente para que se le impusiese una restricción y una advertencia, que no debería abrirse jamás

OPINIÓN

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Luis Ignacio Sáinz / Columna invitada / Opinión El Heraldo de México
Luis Ignacio Sáinz / Columna invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

En estos tiempos convulsos nos conviene recordar el origen de las palabras para así poder usarlas con propiedad y atenernos a su alcance y significado. Por ejemplo, esperanza viene del griego arcaico “elpis”: expectación, derivando luego en el latín “sperare”, esperar. De allí que San Isidoro de Sevilla (Cartagena, ca. 556 – Sevilla, 636) nos recuerde que: “La palabra esperanza se llama así porque viene a ser como el pie para caminar, como si dijéramos: es pie (spes). Su contrario es la desesperación, porque allí donde faltan los pies no hay posibilidad alguna de andar; mientras cada uno ame el pecado, no espere la gloria futura”. De modo que el destino puede ser propicio cuando se cumple el refrán: “A dios rogando y con el mazo dando”.

Por si se les hubiera olvidado que en la mal llamada Caja de Pandora, porque de hecho era un pithos, una vasija grande de forma ovoidal destinada a conservar cereales o aceite, calificada también de tinaja, la propietaria que le da nombre creada por orden de Zeus a Hefesto, el patrón-custodio de la forja y el fuego, mujer inaugural hecha de arcilla y llamada por Hesíodo “un bello mal” donador de desgracias, estaban contenidos todos los males y flagelos del mundo.

Razón suficiente para que se le impusiese una restricción y una advertencia, que no debería abrirse jamás. Pero, como sabemos, la curiosidad no sólo mató al gato, sino que cuando su dueña no pudo soportar la tentación de averiguar cuál era su contenido... destapó el recipiente brotando y derramándose calamidades por doquier... Aunque un ente magnífico permaneció solitario en el fondo: la diosa Elpis, la de las pequeñas cosas, quien sin huir, concedió su responsabilidad protectora, en su calidad de deidad del espíritu de la esperanza... A no dudarlo fue y lo es todavía lo único “bueno” guardado en ese recipiente... que nos asiste aún en el presente como último recurso ante las adversidades. Moraleja: hasta los dioses de la lejanía cuando aprietan, no asfixian. Y todo porque Zeus quería castigar a Prometeo por donarle el fuego a sus criaturas, en especial a su pariente más cercano, su hermano

Epimeteo, que contrajera nupcias con una doncella llamada casualmente Pandora. A manera de doloroso escarmiento, los cónyuges recibieron, ignorantes, el contenedor de las tribulaciones como obsequio del Olimpo por sus esponsales. Artilugio vengativo si los hay...

En fin,esta pareja despistada y poco afortunada tuvo una heredera de nombre Pirra que, alcanzando la edad de merecer, yacería con Decaulión, su primo hermano, hijo de su tío Prometeo, pariendo a los confusos seres humanos tras el diluvio... siendo, a no quererlo, sus únicos sobrevivientes, pues construyeron un arca de madera para sortear la inundación tras navegar nueve días y sus nueve noches. Antes de Noé, por supuesto.

Mito de origen del que podemos liberarnos si con talento y disciplina, aderezados con respeto y tolerancia, nos damos a la tarea de construir nuestra “arca” para resistir primero y superar después el diluvio encima entre marchas y contramarchas de contingentes de egos en colisión, incapaces de escudriñar las posibles razones de interlocutores convertidos en enemigos acérrimos, en vez de en adversarios dialogantes... Pierden de vista que el agua tiene memoria y cuando recupera su cauce arrasa con todo aquello que obstruye su paso...

POR LUIS IGNACIO SÁINZ
COLABORADOR
SAINZCHAVEZL@GMAIL.COM

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