CUERPO Y ALMA

Autogoles en Qatar

Lo cierto es que detrás de todo se encuentra una rutina marcada por el rechazo a la diversidad y el abierto sometimiento de las mujeres

OPINIÓN

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María Elena Esparza Guevara / Cuerpo y Alma / Opinión El Heraldo de México
María Elena Esparza Guevara / Cuerpo y Alma / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Hacerte el papanicolau es incómodo, pero tener que pedirle permiso a un hombre tutor para eso es, simplemente, inconcebible… de este lado del mundo. En Qatar, sin embargo, así es la realidad de las mujeres.

Ellas son sólo 25 por ciento de los 2.5 millones de habitantes del país anfitrión del mundial y no solo es que sean pocas, sino que valen menos: todavía hoy, los jueces pueden atribuirle la mitad de valor a una declaración femenina que a la masculina. “No somos muchos, pero somos machos”, dicen por ahí. Bueno, allá son ambos.

En un libro curioso hasta para quienes no nos interesa mucho el fútbol, Juan Villoro afirma que Dios es redondo. El juego del hombre, como le llaman al deporte que desde hace dos semanas nos mantiene en vilo frente a la pantalla en horarios poco convenientes, es mucho más que esos 90 minutos en cancha: proyecta identidad y nos habla de pertenencia.

Y así, entre hombres, la FIFA eligió a un anfitrión que no ha escatimado un dólar —ni varios miles de millones— en construirse y representarse como de primer mundo, aunque su realidad cotidiana dista mucho de ser un lugar de avanzada. Hay cosas que el dinero no puede comprar.

Lo cierto es que detrás de toda la parafernalia desplegada por Qatar para venderse como sociedad innovadora a través de su preferencia por la agenda verde, por ejemplo, se encuentra una rutina marcada por el rechazo a la diversidad y el abierto sometimiento de las mujeres a la voluntad de su padre, hermano o esposo. 

Cuando la dorada copa se entregue al ganador del mundial y los turistas se vayan, en Qatar quedará esa nación que, como tantas otras del mundo árabe, no puede pasar ni a cuartos de final en inclusión y derechos humanos. Esto, a pesar de que ambos criterios están enlistados entre los que supuestamente la FIFA considera para elegir anfitriones. 

Recordaremos, también, que hubo mayor escándalo por la prohibición, de último momento, de vender cerveza en los estadios que por la indisposición del gobierno qatarí para cambiar definitivamente leyes cuyo propósito es excluir y violar derechos esenciales de grupos vulnerables, como la comunidad LGBT+. Patriarcado y capitalismo siempre van juntos, y el fútbol es un gran negocio.

Si en verdad hay un Dios redondo, estoy segura de que nos invitaría a incluir a todas y todos sin distinción en la comunidad que puede meter goles con libertad en la cancha de su vida. Por ahora, en esa materia Qatar cuenta solo autogoles.

POR MARÍA ELENA ESPARZA GUEVARA
 @MAELENAESPARZA

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