COLUMNA INVITADA

Saber para prever

La pretensión del discurso político se cumple al ser estructura de comunicación dirigida a conservar o transformar el orden social

OPINIÓN

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Luis Ignacio Sáinz / Columna invitada / Opinión El Heraldo de México
Luis Ignacio Sáinz / Columna invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

Entre la obediencia y el consentimiento se inscribe un margen amplísimo de maniobra deliberativa, resolutiva y práctica de los sujetos, individuales y colectivos. La voluntad ciudadana, en tanto expresión de un deseo o una necesidad, podrá estar condicionada por el medio y el ambiente, pero nunca determinada. Libertad restringida, pero jamás cancelada, por la auto-regulación reflexiva del yo. Como escribe Jacques Monod: “La antigua alianza ya está rota: el hombre sabe al fin que está solo en la inmensidad indiferente del Universo de donde ha emergido por azar. Igual que su destino, su deber no está escrito en ninguna parte. Puede escoger entre el Reino y las tinieblas”.

El espacio-tiempo de decisión existente para el yo expansivo, está limitado por naturaleza. Constituye el dónde y el cuándo del sujeto (aislado, intersubjetivo o colectivo); la territorialidad de su razón entendida como intención. Desde allí comienza –el ser histórico- el establecimiento de su circunstancia, a partir de escenarios acotados, lo que comprime y reduce el universo de sus opciones. 

De modo permanente, el sujeto intentará “presentificar” su posicionamiento analítico (la preocupación sobre su inserción y sentido en el mundo social) y práctico (la ocupación para hacer del mundo su espacio habitable). Para los sujetos históricos lo único existente es el presente en la percepción agustiniana de tiempo oportuno, la razón de ser de las personas. Las otras convenciones del tiempo, el pasado y el futuro, les son ajenas por principio, salvo si están vinculadas con la dirección de su voluntad actual.

La teoría conserva inalterable su naturaleza de hipótesis del mundo, mientras la realidad escapa de toda formalización o, lo que resulta su equivalente, la aprehensión conceptual de la historia es una conjetura. Heidegger acierta cuando asevera que: “la interpretación no es el tomar conocimiento de lo comprendido, sino el desarrollo de las posibilidades proyectadas en el comprender”. Nudo problemático que sitúa la reflexión política a la zaga de los acontecimientos, añadiéndose la dificultad que trata con objetos construidos y no con hechos observables. En palabras de Michel Foucault: “El discurso tendrá desde luego como tarea el decir lo que es, pero no será más que lo que dice”. 

La pretensión del discurso político se cumple al ser estructura de comunicación dirigida a conservar o transformar el orden social, y articula dos fases (indiferenciadas, no secuenciales) en el proceso de su configuración:  una expansiva, relativa al sujeto, que se presenta como reflexión creativa; y otra ideológica, referida al objeto construido en forma de realidad y de intuición sensible. 

En el arco que cubre el tránsito entre datos y percepciones, se yergue majestuosa la interpretación. Nada en el análisis de las condiciones y las previsiones políticas elude su influjo y soberanía. Comprender el “hecho” y la “situación” concretas siempre requerirá de identificar los escenarios del poder, sus actores y repercusiones. Y vaya que en las actuales circunstancias nos hace mucha falta entender lo que está pasando para evitar equivocaciones irreparables. Trascender las ocurrencias, superar la frivolidad, renunciar a la banalidad, requiere de saber para prever.

POR LUIS IGNACIO SÁINZ
COLABORADOR
SAINZCHAVEZL@GMAIL.COM

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