POLITEIA

El ejemplo peruano

Boluarte anunció un gobierno de unidad y sepultó las utopías ideológicas de su antecesor

OPINIÓN

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Fernando Rodríguez Doval / Politeia / Opinión El Heraldo de México
Fernando Rodríguez Doval / Politeia / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

La pasada no fue una buena semana para la izquierda bolivariana de América Latina. El martes fue condenada a seis años de cárcel por corrupción la ex presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, y el miércoles fue depuesto Pedro Castillo como presidente de Perú, después de intentar un autogolpe de Estado.

En el breve tiempo que fue presidente, Pedro Castillo demostró en reiteradas ocasiones su incompetencia e ineptitud, así como su extremismo ideológico de signo marxista-leninista. Realizó numerosos cambios de gobierno, decenas de ministros le renunciaron, y tuvo que hacer frente a varias acusaciones de corrupción y nepotismo.

En última instancia, pretendió disolver el Congreso y el Poder Judicial y gobernar cual dictador, lo cual no fue apoyado por las Fuerzas Armadas.

La sociedad se movilizó también en defensa de la democracia e incluso varios ciudadanos impidieron que Castillo llegara a la Embajada de México, desde donde pretendía huir hacia nuestro país.

Tras la destitución de Castillo asumió el poder la hasta entonces vicepresidenta, Dina Boluarte, quien ya anunció un gobierno de unidad nacional y sepultó las utopías ideológicas de su antecesor. Ante esta situación, la actitud del gobierno mexicano fue verdaderamente penosa.

Por un lado, violó abiertamente su propia divisa de no intervención en materia de política exterior, al ofrecer asilo diplomático a un golpista. Pero, por otro lado, el Presidente de la República justificó el actuar de Castillo, al decir que el ambiente de confrontación y hostilidad en su contra lo llevaron a tomar la decisión de disolver el Congreso.

Otros líderes de la izquierda regional, como el brasileño Lula o el colombiano Petro, sí condenaron la grotesca actuación del expresidente peruano, el cual ahora deberá responder ante la justicia por los delitos de rebelión, conspiración, abuso de autoridad y perturbación de la tranquilidad pública.

El ejemplo peruano nos deja al menos cuatro lecciones. Primera, la enorme relevancia de tener unas Fuerzas Armadas profesionales que no estén supeditadas a los caprichos políticos del Presidente en turno, sino al orden constitucional. Segunda, la utilidad de la independencia de los poderes: el Legislativo funcionó como eficaz contrapeso frente a los delirios autoritarios del jefe del Ejecutivo. Tercera, cuando la sociedad se involucra y participa políticamente es mucho más complicado que el poder gubernamental pueda imponerse de forma unilateral.

Y cuarta, pretender aplicar rígidos modelos ideológicos sin tomar en cuenta la realidad y el más elemental sentido común conduce a los pueblos a la confrontación. Aprendamos del ejemplo peruano y, por una vez, tengamos la capacidad de escarmentar en cabeza ajena.

POR FERNANDO RODRÍGUEZ DOVAL
POLITÓLOGO
@FERDOVAL

MBL