DESDE AFUERA

Entre marchas y desencuentros

La protesta fue masiva, y la verdad, en México no es necesario una gran cantidad de "acarreo" para expresar apoyo al poderoso de turno

OPINIÓN

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José Carreño Figueras / Desde Afuera / Opinión El Heraldo de México
José Carreño Figueras / Desde Afuera / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

La marcha del domingo mostró a un presidente Andrés Manuel López Obrador en la cumbre de su poder, con muchos de los detalles que en otros años adornaron las carreras de mandatarios que lo antecedieron por 40 o 50 años.

La manifestación fue masiva, y la verdad, en México no es necesario una gran cantidad de "acarreo" para expresar apoyo al poderoso de turno: organizaciones sindicales, políticas, grupos vecinales o de comerciantes, buscaron –y lograron– llevar contingentes que hicieron notar su presencia y su respaldo al Presidente.

Nada nuevo bajo el sol –aunque para muchos jóvenes pueda resultar nuevo–, pero sí un recordatorio de la fuerza de López Obrador, que como ocurría con los gobernantes de antaño alcanza su apogeo en los meses previos a la designación del candidato presidencial de su partido para el periodo siguiente.

La forma en que ocurra esa designación y quien resulte elegido son temas ya en debate público, y el forcejeo de grupos del movimiento, que no partido, en el poder, presagia meses ojalá sólo políticamente agitados.

Malo, sin embargo, que la manifestación haya sido convocada como respuesta a la demostración hecha por grupos opositores hace apenas dos semanas. Muestra que ese mitin tocó puntos sensibles para un régimen que se precia de disfrutar de un respaldo no sólo mayoritario sino abrumador. Y por otro, que AMLO sigue siendo un gran líder opositor, pero un gobernante cuestionado y que su régimen estará sujeto a juicios históricos que no serán resueltos por años.

La protesta de opositores que tomaron la bandera de defensa del Instituto Nacional Electoral (INE) y la marcha-respuesta del Presidente y partidarios reflejan un país profundamente politizado y aún más hondamente dividido.

Para unos, AMLO es poco menos que un político comunista, vengativo, que busca demoler lo hecho por los regímenes anteriores, sea aprovechable o no; para otros, es un líder que busca el cambio y es injustamente vilipendiado por adversarios. Ninguna de las partes desea escuchar los argumentos del otro y las rutas de diálogo parecen cada vez menos.

Lo cierto es que unos y otros tienen responsabilidades. Los que hoy están en el poder, deben tomar responsabilidades por lo que han hecho y lo que han dejado de cumplir, incluso instancias de ineptitud y hasta corruptela. Poner a descansar sospechas de maximatos y preocupaciones por militarización.  Y sobre todo, dejar de presentarlo todo como el deseo del Presidente, que no ayuda al ser de hecho su único portavoz.

La oposición debe asumir sus propias fallas, incluida una ausencia de liderazgos, frente al régimen, y pecados pasados, corrupción incluida, que propiciaron la llegada del actual gobierno y la falta de diálogo.

Pero el aparato político es de los años 1960-70 y los problemas del país de los años 2020. 

POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM
@CARRENOJOSE1

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