Puede o no caer bien, se puede o no simpatizar con su gobierno, pero es innegable que no hay otro político mexicano con la capacidad de convocatoria de Andrés Manuel López Obrador. Nadie puede regatearle su popularidad y arrastre. En el juego de vencidas que mantiene con la oposición, ayer mostró músculo. El presidente volvió a llenar el Zócalo, como lo ha hecho más de una docena de veces
Podríamos revisar si fueron 150 mil, 200 mil o 250 mil las personas que marcharon desde El Ángel de la Independencia hasta la plaza de la Constitución a escuchar su mensaje por los cuatro años de gobierno. Si de esos, miles llegaron por sus propios medios o fueron “acarreados”. Será la misma discusión de siempre. Lo cierto es que nadie ha llenado tantas veces la plancha de Zócalo como él, quizá porque nadie ha caminado tanto el país como él, nadie ha estrechado tantas manos, ni se ha dirigido tanto a quienes durante años no figuraron más que en el discurso. A ellos les habla, en buena medida. Con ellos conecta, aunque en otras capas de la sociedad se le critique y hasta desprecie.
El análisis sobre su gobierno se hace todos los días, y habrá que seguirlo haciendo. Por supuesto, habrá que continuar señalando y criticando lo criticable, pero habrá que comprender que la aprobación presidencial corre por un carril separado. No se recarga en las decisiones de gobierno, tampoco en las políticas que se impulsan ni en los logros obtenidos. Es una efervescencia que López Obrador despierta.
La alta calificación, superior en todas las encuestas públicas al 60%, es a un hombre. Porque ni los indicadores de seguridad, combate a la pobreza, abasto de medicamentos, dan para ser tan optimistas. Pero la popularidad presidencial trasciende la evaluación por rubro. Es un fenómeno que, si la oposición no intenta comprender sin apasionamientos, no podrá revertir. Mientras les tenga ganada la plaza pública, continuarán arrinconados.
Sí, los programas sociales y su eficaz estrategia de comunicación, dan soporte a la fortaleza en su popularidad. Pero básicamente se trata de constancia y disciplina. Un discurso consistente que no cambia, que no se ha movido hace 20 años. Un hombre disciplinado en su narrativa, en sus formas. Un presidente popular. ¿Alcanza esa alta aprobación para hacer un buen gobierno? Desde luego que no, pero esa es otra historia. Por ahora, es suficiente para gobernar a sus anchas, concentrar poder y caminar rumbo a 2024 con la sartén por el mango.
Ayer fueron miles a marchar con AMLO, como también fueron miles a defender al INE hace semanas. Qué bueno que cada quien marche por lo que quiera y crea, cuando quiera; cada quien su marcha.
POR MANUEL LÓPEZ SAN MARTÍN
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MAAZ