No quiero pasar por engreído ni usar esta tribuna democrática, un espacio al servicio del pueblo, para el malsano ejercicio de la auto promoción. Sin embargo, tengo que decirlo: su servidor, el doctor Patán, fue un visionario. Lo dije hace más de un año y lo hemos confirmado gracias a las investigaciones de Sandra Romandía: el presidente tiene el mejor trabajo del mundo. De veras, es una súper chamba. Qué envidia.
El salario es nada. “¿114 mil pinches pesos por dirigir un país con masacres diarias, bloqueos de vías del tren, Guacamaya leaks y visitas del padre Solalinde?”, dirán algunos. Bueno, es cierto. Pero es lo de menos. Primero, son de veras libres: no gastas ni en tintorería —en el caso del licenciado, porque ese servicio te lo dan en Palacio Nacional, pero sobre todo porque no ocupa tintorería—. Luego, se complementan magníficamente con el cash. Además, está la generosidad del pueblo, agradecidísimo, que te ofrece que el tamal, que la tlayuda, que el atolito. Encima, vives en eso, un palacio, con tus vallas, tus Suburban mientras el Jetta sale (es de suponerse) del taller y tus vuelos comerciales, sí, pero sin hacer cola.
Con todo, si el del Presidente es el mejor trabajo del mundo es ante todo porque, ahora lo sabemos a ciencia cierta, te da una calidad de vida francamente envidiable. O sea, sí, hay que levantarse a las cuatro para oír lo del gabinete de seguridad: que si ahora asesinaron a un niño, que si otra fosa clandestina, que si cómo manejamos lo de Adán Augusto con el Cártel Jalisco. Una monserga. Pero sales de ahí para la gozada de insultar a la competencia durante dos horas, con cargo al erario. ¡Uf, qué liberador! Acabas rejuvenecido, un poco como cuando te destapan el cateterismo en el hospital militar. A quién le pagan por insultar, caray. ¿Luego? Nada. Que el puchero reconstituyente, que el chilaquil matador, que el panecito dulce debidamente sopeado, y a dormir. Una delicia. Sobre todo, quiero pensar, los viernes de piyama. Ya que se viene el fin de semana, no te tienes que molestar en quitártelo, bañarte y ponerte el traje. Que lo escondan el saco y el pantalón, con cuidado de que no sobresalga por abajo y te tape los zapatos ingleses, y a insultar, en tu jugo.
Un par de veces a la semana, cuando andas energético que porque la gota no amaneció tan respondona, que porque la tiroides está de buenas, te vas a inaugurar que dos tuberías en Dos Bocas, que una carretera de 150 metros. El resto de la semana, fildeo y macaneo. Luego, a dormir, con la satisfacción de haberle regalado otra lanota al secretario Sandoval y algunos otros generales del pueblo uniformado, garantes de que tu legado será eterno.
Sí, gran chamba. De hecho, quiero usar este espacio, también, para hacer un anuncio: el doctor Patán va por la Presidencia en 2024.
POR JULIO PATÁN
COLABORADOR
@juliopatan09
MBL