La 27 Conferencia de los estados parte (COP, por sus siglas en inglés) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCCC) tendrá lugar del 6 al 18 de noviembre en Sharm El-Sheik, en Egipto. La COP 27 es parte de un proceso de conferencias anuales en que los gobiernos, junto con todas las partes interesadas, analizan los progresos y/o retrocesos de la comunidad global frente al cambio climático.
Nuevamente miles de personas, entre delegaciones gubernamentales, organizaciones internacionales, parlamentarios, organismos de la sociedad civil, medios, representantes del sector privado, universidades y centros de investigación, se darán cita para analizar la aplicación de medidas de mitigación, adaptación, financiamiento, transferencia de tecnología y fortalecimiento de capacidades nacionales, necesarias para hacerle frente al cambio climático global.
Muchos asistirán para informar sobre sus acciones concretas contra el cambio climático, tomadas a nivel de sus empresas, sectores económicos, universidades, ciudades, municipios y estados. Muchos otros irán para presionar públicamente a los gobiernos para que tomen medidas más firmes y ambiciosas para, literalmente, salvar la biodiversidad del planeta, y a la humanidad en su conjunto, de una extinción gradual lenta pero segura, si la comunidad internacional no atina a reducir radicalmente las emisiones de gases efecto invernadero (GEI) que provocan el calentamiento global.
Este año todos fuimos testigos de intensas olas de calor, sin precedente, que provocaron grandes daños a la salud de la población, los cultivos y producción de alimentos, y muchas otras actividades económicas, en Europa, Estados Unidos, China, India, Australia y Sudamérica, entre otras regiones. También vimos, atónitos, las terribles inundaciones en países como Pakistán, que afectó a un tercio de su territorio, causando pérdidas a ese gran país por más de 40 mil millones de dólares. Junto con los efectos de la invasión de Rusia a Ucrania, hoy la seguridad alimentaria de muchas naciones de África, América Latina, Asia y Medio Oriente está en riesgo por los efectos del cambio climático.
¿Qué podemos esperar de la COP 27? Lamentablemente, el escenario internacional actual es el menos propicio para abrigar muchas esperanzas. El mundo atraviesa una serie de crisis (alimentaria, económica, sanitaria y de seguridad, causada por la invasión de Rusia de su vecina Ucrania) que han desviado la atención internacional sobre la urgencia de combatir con más vigor la emergencia climática.
La atención mundial está concentrada en la posibilidad real de que el conflicto en Europa escale hacia escenarios más catastróficos, con el impensable uso de armas de destrucción masiva. Además, las principales economías están ocupadas en garantizar su abasto energético para el corto plazo con combustibles fósiles (gas, petróleo, carbón). Esos países también están invirtiendo más en energías limpias, pero los efectos de estas inversiones no se verán en el corto plazo.
En ese complicado escenario global, la COP 27 tiene frente a sí tres retos principales. En primer lugar, debe fortalecer la credibilidad en todo el proceso de negociación multilateral. Para lograrlo, es fundamental que, por fin, los países desarrollados honren su compromiso de movilizar al menos 100 mil millones de dólares al año a los países en desarrollo para ayudar a financiar sus programas de mitigación, pero, sobre todo, sus proyectos de adaptación al cambio climático. Es crucial que se cumpla el acuerdo, alcanzado en la COP 26, de que al menos la mitad del financiamiento global se dirija a los planes nacionales de adaptación de los países en desarrollo.
En segundo lugar, la Conferencia debe mostrar que la negociación multilateral sigue siendo relevante, y presionar a los estados a implementar todas las disposiciones del Acuerdo de París (AP) y las decisiones de la COP 26, en particular el compromiso de todos los países de presentar contribuciones nacionales más ambiciosas para reducir las emisiones de GEI, y un funcionamiento adecuado de los mercados mundiales de carbono, regulado en el artículo 6 del AP y que, en sí mismo, puede contribuir a una reducción de las emisiones globales.
En tercer lugar, la Conferencia de Egipto debe tomar decisiones significativas para apoyar a los países que, como Pakistán y docenas de pequeños estados insulares, entre otros, registran pérdidas y daños considerables en su infraestructura, recursos naturales y biodiversidad, por efectos del cambio climático. Son los países que menos han contribuido al calentamiento global, pero los que más están resintiendo sus efectos.
Los gobiernos de los principales emisores de GEI, como China, Estados Unidos, India, los países de la Unión Europea, Japón, Corea, Canadá, México, Australia y el resto de los miembros del G20, que producen más del 80 por ciento del PIB mundial y el 80 por ciento de las emisiones de GEI, tienen que mantener sus compromisos de mitigación de emisiones, conforme a lo acordado hace un año en la COP 26. El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) ha advertido que las emisiones de GEI deben reducirse en 45 por ciento hacia 2030, si se quieren evitar daños irreversibles al clima global. Solamente restan ocho años. El reloj avanza, y el mundo continúa, con todos sus habitantes, en grave riesgo.
POR MIGUEL RUIZ CABAÑAS
DIRECTOR DE LA INICIATIVA SOBRE LOS OBJETIVOS DE DESARROLLO SOSTENIBLE EN EL TEC DE MONTERREY
@MIGUELRCABANASMIGUEL.RUIZCABANAS@TEC.MX
PAL