En medio de un clima de polarización y crispación, 156 millones de electores de la República Federativa de Brasil, están convocados a las urnas el próximo domingo para elegir por ballotage al Presidente de esa nación sudamericana. En la primera vuelta electoral la ultraderecha y sus aliados avanzaron; tendrán mayoría en el Congreso y gobernarán los estados más poblados, además, registran un respaldo mayoritario en Sao Paulo, la megalópolis económica de Brasil.
El presidente Bolsonaro, quien busca su reelección obtuvo más votos entre las clases medias urbanas; en tanto, el izquierdista y expresidente Lula tuvo el apoyo de los electores más pobres. Aun cuando la mayoría de las encuestas proyectaban una contundente ventaja, de hasta 15 puntos porcentuales, Luiz Inácio Lula da Silva obtuvo el 48.4 % de los votos, contra 43.2 % de Jair Messias Bolsonaro. Ganó Lula, pero nada está decidido.
Protagonista de una década de cambio social y político en Brasil, Lula da Silva, antiguo obrero metalúrgico de 76 años, gobernó durante dos periodos consecutivos entre 2003 y 2010 e impulsó una política social que rescató a millones de personas de la pobreza extrema, en un país ancestralmente desigual.
Una bonanza económica que se sustentó principalmente en el impulso de las commodities consolidó a ese país como una de las potencias emergentes más dinámicas del mundo. En el año 2010, la economista Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores, asumió la Presidencia en una clara señal de continuidad de las políticas de Lula da Silva. Sin embargo, durante su segundo mandato, en el año 2016 Rousseff enfrentó un desmesurado juicio político que precipitó su destitución.
Las acusaciones contra Rousseff en el Congreso se sustentaron en la violación de normas presupuestales y diversos escándalos de corrupción que involucraban a la cúpula dirigente del PT. A partir de ese momento la derecha de Brasil intensificó una amplia operación de reagrupamiento para revertir las conquistas sociales opuestas a las políticas de corte neoliberal y criminalizó la actividad política de la izquierda.
En abril del 2018 Lula fue inhabilitado y condenado a 17 años de prisión por un caso de corrupción; esa sentencia le impidió participar en las elecciones de ese año y propició el acceso de Bolsonaro a la Presidencia.
En noviembre del 2019, después de una estancia de 580 días en prisión la justicia brasileña revocó los juicios al expresidente Lula por errores procesales, pero también por considerar que la actuación del magistrado que lo sentenció, Sergio Moro, fue parcial y con criterios extralegales; Moro, cercano a Bolsonaro es ahora Senador electo por el estado de Paraná.
Jair Bolsonaro, un ex militar de extrema derecha, amparado en el lema: “Dios, patria, familia y libertad”, ha recurrido a un discurso golpista con exaltadas referencias paranoicas; llama a no permitir el avance del comunismo, el socialismo y el populismo. Aislado internacionalmente, amenaza con reducir en su mínima expresión los derechos laborales, denuncia el desgaste de los valores familiares y cristianos, ignora el cambio climático y los derechos de las minorías.
El domingo, entre el desempleo, la inflación y la inseguridad alimentaria de millones de brasileños, se desarrollará “una lucha del bien contra el mal” según Bolsonaro; en realidad será una batalla entre la izquierda y la extrema derecha, la democracia y la intolerancia autoritaria, la sensatez y el odio.
POR RACIEL PÉREZ CRUZ
COLABORADOR
MBL