COLUMNA INVITADA

Chiquihuite y la periferia

“Quien les manda vivir en esas zonas tan peligrosas”, en repetidas ocasiones hemos escuchado a personas decir una y otra vez esa frase

OPINIÓN

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Ignacio Anaya Minjarez / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

“Quien les manda vivir en esas zonas tan peligrosas”, en repetidas ocasiones hemos escuchado a personas decir una y otra vez esa frase, o algo parecido, con respecto a la tragedia que ocurrió en el derrumbe del Cerro del Chiquihuite. Otras se extrañan o burlan, con cierto tono clasista, cuando aquellos pobladores se rehúsan a desalojar sus vivienda por el temor a que sus casas sean objetos de robo.

Lo cierto es que existe un problema más grande, relacionado con la desigualdad del proceso urbanista en la ciudad. A mediados del siglo pasado comenzó un proceso rápido y de distintas fases de expansión en la capital del país. Ese crecimiento urbano, a su vez, causó un proceso de movilización haciendo que grandes partes de la población abandonaran el campo por la ciudad. La urbanización se ha expandido tanto que ya desde años atrás se habla de la Ciudad de México y sus alrededores (el caso de Chiquihuite en el Estado de México) como una megalópolis, de las más grandes del mundo. Cuando se tiene una metrópolis que no para de crecer y sigue recibiendo personas, la situación del hogar se adentra en la dinámica centro-periferia.

Mientras llegaba más gente, el espacio se configuraba y adquiría nuevas dimensiones. Las brechas sociales se volvían cada vez más claras, pero, sobretodo, ubicables. La pobreza tenía sus espacios claramente marcados. Esos son aquellos cerros que con tanto ingenuidad varios se preguntan cómo es posible establecer ahí un hogar, conscientes del peligro de un deslave.

Según lo mencionan los investigadores Adrián G. Aguilar y Flor M. López en su artículo “Espacios de pobreza en la periferia urbana y suburbios interiores de la Ciudad de México Las desventajas acumuladas”, la búsqueda de una vivienda por parte de los grupos pobres en la ciudad, los obliga a asentarse en lugares baratos y con riegos ambientales. De hecho, cabe mencionar que estudios anteriores ya comentaban sobre las condiciones peligrosas de los asentamientos en las laderas y en específico, un artículo de hace diez años mencionaba el peligro del rodamiento de rocas del Cerro del Chiquihuite (Martínez-Yáñez, M te al, 2009).

Sin embargo, es importante mencionar que estos espacios conforman una identidad de pertenencia con el el hogar. La Ciudad de México se encuentra en un sistema desigual que obliga a la población a asentarse en lugares con condiciones precarias. Estas son las personas que viven al margen, por sobrevivencia y porque sus nivel socioeconómicos no les permiten asentarse en un
lugar determinado.

POR IGNACIO ANAYA MINJAREZ

@IGNACIOANAY

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