COLUMNA INVITADA

Cuando el Estado usa la violencia

¿Qué hace que un gobierno use la fuerza para terminar con un movimiento?, ¿Cuándo se impone la violencia sobre el diálogo?

OPINIÓN

·
Ignacio Anaya Minjarez / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

¿Qué hace que un gobierno use la fuerza para terminar con un movimiento?, ¿Cuándo se impone la violencia sobre el diálogo? Este sábado se repite un lema que viene sonando desde décadas atrás: “2 de octubre no se olvida”. En relación con la Masacre de Tlatelolco, las dos preguntas del inició invitan a reflexionar sobre las razones que usa el Estado para hacer válido el poder que tiene sobre la vida y la muerte de su población. Resultaría difícil encontrar una sola respuesta, considerando que el empleo de la violencia por cualquier tipo de autoridad es un fenómeno aplicable para distintos periodos de la historia, sin embargo, ofrecer un minúsculo acercamiento puede abrir nuevos panoramas.

Una primera repasada advierte que se llegan a las últimas instancias cuando el objetivo es preservar la paz y el orden de acuerdo con las leyes que rigen a un territorio. Por lo tanto, el Estado crea mecanismos para hacer valer su cumplimiento con la creación de elementos de seguridad como la policía y el ejército. Estos dos agentes aplican la violencia en tanto se les es permitida y validada por el gobierno para distintos fines. La seguridad suele ser la principal razón detrás, no obstante, en la interpretación de lo qué es y no es seguro, se encuentran los infractores.

Se esperaría que, en el más extremo de los casos, quienes arman una rebelión contra la autoridad sean los causantes de que el Estado aplique la violencia contra su gente. No obstante, como lo muestra e 2 de octubre, en eventos pacíficos también se manifiesta este accionar, aunque sus propias circunstancias obliguen a los gobiernos a tomar medidas más precarias en su planeación.

Para querer distorsionar la percepción pública, se hace uso de terceros a la hora de comenzar la agresión, así entonces se explica la presencia de aquellos guantes blancos en la matanza.

En este caso se habla de represión, el uso de violencia por la autoridad legítima contra grupos que considera opositores o colectivos, representantes de una resistencia contra las relaciones de poder que se ostentan. El historiador español Eduardo González Calleja menciona en su libro Asalto al poder que el nivel de represión depende de la propia naturaleza de un régimen.

Además, como lo sostiene el autor, existen dos factores que hacen a un determinado grupo el objeto de esta: la escala de su accionar y su poder, “o capacidad de fomentar y conseguir sus intereses”. Una vez dicho esto, uno podría pensar que el movimiento del 68 fue percibido como una amenaza para el gobierno de Díaz Ordaz y la única opción viable, según sus decisiones, la violencia.

Este nivel de tolerancia muestra que el régimen era capaz de llegar hasta las últimas instancias para mantener su sistema político, ajeno, en ese entonces, a los nuevos caminos que se tejían desde los jóvenes universitarios.

POR IGNACIO ANAYA MINJAREZ

@IGNACIOANAY

MAAZ