Del estudio “Índice de ciudades seguras 2021” que calificó a 60 metrópolis y fue publicado en la revista The Economist, Copenhague, Sídney, Singapur, Tokio y Toronto fueron identificadas como las más seguras, inclusivas y resilientes.
Entre los 76 indicadores utilizados, se observaron seguridad personal, factores ambientales, vida digital, seguridad en infraestructura, salud (preparación para pandemias y mortalidad por covid-19).
Después de haberse aplicado universalmente (con los respectivos matices culturales) medidas destinadas a desacelerar la propagación del virus SARS-COV-2, la esperanza de un regreso a una mejor normalidad (citando al Dr. Julio Frenk) se volcó en la campaña de vacunación global.
Para ello, Covid-19 Vaccines Global Access (Fondo de Acceso Global para Vacunas Covid-19), conocido como COVAX, al que permanecen 190 naciones, fue creado en abril de 2020 como una alianza coordinada por la Alianza Mundial para las Vacunas y la Inmunización (GAVI), la Coalición para las Innovaciones en Preparación para Epidemias (CEPI) y la Organización Mundial de la Salud (OMS). El objetivo es (más bien) era, asegurar el acceso equitativo a las vacunas contra la covid-19.
Our World in Data (auspiciado por University of Oxford) ofrece información actualizada sobre la pandemia, en particular, sobre el avance de la inmunización en todo el mundo. La lectura de dichos datos resulta no sólo escalofriante sino, nada esperanzadora. Revela que, a nivel global, 36% de la población se encuentra totalmente inmunizada. Sin entrar aquí en el detalle estadístico, vuelve a hacerse evidente la falta de apoyo de las principales potencias mundiales, más escandaloso aún y a pesar de los lineamientos de funcionamiento del fondo, el abyecto acopio de los países ricos de la vacuna: 15% de la población mundial ha acaparado 50% de las vacunas que se han producido y se producirán hasta el principio del segundo semestre del siguiente año (Informe Reuters, 2020).
En su última encíclica Fratelli Tutti (3 de octubre de 2020), el Papa Francisco nos entrega una larga reflexión sobre el inmediatismo y el individualismo que rigen “la sociedad cada vez más globalizada [sin hacernos] más hermanos”.
Aunque el vernos confrontados al vertiginoso esparcimiento del virus generó múltiples manifestaciones de solidaridad, nuestra natural humanidad ha retornado al “modelo funcionalista y privatista que conduce inexorablemente a la cultura del descarte”.
Sin salirse del “sempiterno” sesgo norte/sur, se han difundido múltiples interpretaciones geopolíticas en torno a la pandemia, sin embargo, “para hacer posible el desarrollo de una comunidad mundial, capaz de realizar la fraternidad a partir de pueblos que vivan la amistad social, hace falta la mejor política puesta al servicio de verdadero bien común”.
CATHERINE PRATI ROUSSELE
COORDINADORA DE DOCTORADO EN SEGURIDAD INTERNACIONAL. FACULTAD DE ESTUDIOS GLOBALES. UNIVERSIDAD ANÁHUAC MÉXICO
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