LA ENCERRONA

Crisis en el cartesiano

Estamos ante un escenario de dificultad en la representación política -en la derecha y la izquierda- que necesita reencontrar su identidad

OPINIÓN

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Adriana Sarur / La Encerrona / Opinión El Heraldo de México
Adriana Sarur / La Encerrona / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

La semana pasada escribí respecto a la democracia y su día internacional para celebrarla, sin embargo es evidente que no hay mucho qué festejar al respecto. En el mundo entero existe una crisis grave de representación, hoy las personas cada vez sienten menos empatía con las expresiones políticas existentes. Esto se debe a que, como describió Huntington en 1968, “la decadencia y el desorden político eran el resultado de una brecha entre las demandas de los ciudadanos y la disposición o la capacidad de las instituciones políticas para darles respuesta”, esto sin importar la visión del gobierno. Aquella categorización que naciera en la Asamblea Nacional del parlamento francés en 1789 para definirse a favor o en contra de la monarquía, es decir derecha e izquierda, respectivamente, en la actualidad pasan por un problema de identidad.

Las características clásicas -a grandes rasgos- de la ideología de derecha está centrada en el individuo, en la iniciativa privada, lo que hace que las reglas del Mercado sean las imperantes, pues se favorece a las empresas porque supuestamente estas son las grandes generadoras de riqueza. La visión de gobierno desde la derecha gira en torno de la economía, pero también de un modelo de familia, de conductas particulares de los individuos, de ciertos roles que se deben cumplir. Por lo que este pensamiento también es conocido como neoliberal (en economía) y conservador (en lo social). Sin embargo, estos rasgos se han actualizado conforme el paso del tiempo.

En el otro extremo del cartesiano político se encuentra la izquierda o, mejor dicho, las izquierdas. En su definición más sintetizada, la izquierda deberá poner en el centro a la sociedad en su conjunto, robustecer al Estado como un regulador del Mercado a través de impuestos y la óptima redistribución de la riqueza, mejorar servicios como seguridad, salud y educación con el fin estrechar desigualdades, velar por los derechos humanos y libertades sociales. En el papel está muy bonito, ¿pero hay un lugar donde se cumpla esta definición? Podría decirse que en Suecia o Dinamarca, donde hoy tienen gobiernos socialdemócratas, pero en definitiva en la región no existe gobierno que cumpla con la definición a -rajatabla- de izquierda.

Como botón de muestra pudimos observar en la Cumbre de la CELAC, realizada en nuestro país semanas atrás, las diferentes percepciones y visiones de los gobiernos que se autodenominan de izquierda. Por un lado el bloque -rancio- de Venezuela, Nicaragua y Cuba, países donde los valores preponderantes de este pensamiento ideológico, como las libertades individuales y los derechos humanos simplemente no existen. Discursos y acciones trasnochadas que ya no empatan con ninguna de las sociedades actuales y que no resuelven ninguna de las problemáticas de la ciudadanía.

En el mismo sentido, en nuestro país hoy existe la percepción de un gobierno de izquierda, pero en realidad, se gobierna con ideología híbrida, por decirlo de algún modo. Por un lado vemos los programas de transferencia con sentido social, becas a jóvenes estudiantes y adultos mayores, mayores impuestos a quienes tienen mayores ingresos, pero en el otro lado siguen habiendo muestras de una visión de izquierda conservadora, donde no hay respeto por movimientos sociales como el feminismo, la libertad de expresión está cooptada y la retórica presidencial mayoritariamente mira al pasado. Estamos ante un escenario de crisis en representación política -en ambos lados del cartesiano- que necesita reencontrar su identidad, reivindicar la vida pública y, sobre todo, modernizarse para poder dar solución a las problemáticas de la ciudadanía.

POR ADRIANA SARUR
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@ASARUR

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