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Julio sin plástico

OPINIÓN

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La pandemia nos invita a muchas reflexiones. Una, que la naturaleza se puede regenerar sin nosotros y otra, que al enfocarnos en un problema obviamos otro. Éste es el caso de los microplásticos.

Desde la segunda mitad del siglo XX, la producción comercial del plástico revolucionó la forma en la que producimos, transportamos y consumimos; así como la forma en la que desechamos. De acuerdo con el PNUD, actualmente, cada minuto el mundo vierte el equivalente a un camión de plástico en los océanos; incrementado de forma exponencial y entrando en contacto con el medio marino

Dentro de los plásticos, los microplásticos son aquellos de menos de 5 mm de diámetro que han sido formados por la fragmentación de plásticos de mayor tamaño y que gracias a su diminuto tamaño, son capaces de incorporarse a cualquier ecosistema

En 2018, la Fundéu BBVA eligió la palabra “microplástico” como la palabra del año y han sido localizados en todo el planeta. Incluyendo las fosas de las Marianas, a 11 kilómetros de profundidad y a ocho kilómetros de altitud en el Everest.

De acuerdo con un artículo sobre toxicidad química, se encuentran en el azúcar, el agua embotellada, la sal de mar, la miel y hasta en la cerveza. Se estima que, en un año, un individuo promedio consume hasta 1,000 partículas de plástico por ingerir sal de mar, 4,000 por tomar agua embotellada y 11,000 por comer mariscos.

Dentro del organismo, los microplásticos pueden exponer a los tejidos a sustancias químicas como ftalatos o bisfenol A, mejor conocidos como disruptores endócrinos; sustancias que alteran la función endocrina y están presentes en los envases y botellas de plástico.

En relación con los riesgos biológicos, los microplásticos pueden ser colonizados por microorganismos que son transportados hasta el interior del cuerpo humano hasta llegar a los tejidos, donde crean daño tisular que favorece infecciones.

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Dentro de los riesgos químicos, un estudio conducido por el gastroenterólogo Schwabl de la Universidad de Viena confirmó que los microplásticos pueden generar el proceso de acumulación de substancias químicas en el cuerpo humano, mejor conocido como bioacumulación. Pueden inducir estrés hepático y afectar el consumo de nutrientes. 

Finalmente, su ingesta podría estar relacionada también con el incremento de enfermedades neurodegenerativas. Pruebas de toxicidad han demostrado que los microplásticos pueden afectar la función neuronal y el comportamiento. Además, en un modelo de absorción de la placenta, se demostró que 240 nm de poliestireno pueden cruzar la barrera placentaria. 

Por lo anterior, consideramos prioritario transitar a procesos de producción y consumo conscientes que ayuden a prevenir enfermedades. Ésta vez, generadas por los microplásticos.

POR CAROLINA HEYE SILVA Y MARIANA GONZÁLEZ ARAUJO
ALUMNA DE LA FACULTAD DE ESTUDIOS GLOBALES, UNIVERSIDAD ANÁHUAC MÉXICO.
**PROFESORA DE MEDIO AMBIENTE, EN LA FACULTAD DE ESTUDIOS GLOBALES, UNIVERSIDAD ANÁHUAC MÉXICO.

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