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Vicios que no terminan de morir

OPINIÓN

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En un hecho inédito, el listado de posibles consejeros del INE que serán votados hoy en la Cámara de Diputados no surgió de un cuarto cerrado, sino de un proceso público y transparente, resultado de un trabajo serio.

El comité técnico evaluó a 390 candidatos a partir de criterios objetivos previamente definidos y acordados por todos sus integrantes, junto a las reglas del proceso.

No hay rastro de que se haya intentado interferir en el trabajo de este colegiado, ya fuese por parte de diputados o de dirigencias partidistas.

Se trataba de tomar decisiones preferentemente por consenso, aunque en caso de no alcanzarse, se utilizaría la regla democrática de la mayoría. Tal con consenso funcionó sorprendentemente bien. De 20 finalistas hubo acuerdo en 17.

Al no ser electa una de sus preferidas, Diana Talavera, uno de los integrantes –John Ackerman- se levantó de la mesa, salió públicamente a denostar un proceso en el que él mismo trabajó y donde se incorporaron muchas de sus propuestas, para de paso ponerle palos en la rueda al trabajo de Mario Delgado, quien operó la integración de buena parte del Comité.

Llama la atención no solamente el carácter falaz de los argumentos a través de los cuales Ackerman intenta manchar un proceso que alguien de su propio partido manejó exitosamente. Pero sorprende más su doble estándar, al acusar de conflicto de interés a ciertos miembros del comité sin mencionar nada del propio.

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Como quedó de manifiesto durante la entrevista a Diana Talavera, cuando José Roldán –uno de los miembros del comité-- le pregunta para quién trabaja, la candidata, después de intentar evadir el asunto, termina por reconocer que su jefe directo es el director del Instituto de Defensoría Pública Federal del Consejo de la Judicatura Federal, Netzaí Sandoval, cuñado de John Ackerman. Es sabido también que Talavera tiene una relación de larga data con Irma Eréndira Sandoval, desde que ambas coincidieron en la Facultad de Economía.

No hay nada indebido en esto, salvo porque –en la segunda etapa del proceso en que se evaluaban los exámenes-- Ackerman no habría transparentado su posible conflicto de interés como sí lo hicieron tres integrantes del comité en relación a algunos y algunas aspirantes.

Por eso más que llevar a sus compañeros al banquillo de los acusados envolviéndose en un manto de pureza y supuesto amor al pueblo, sería interesante que Ackerman explique a la opinión pública si declaró su propio conflicto de interés y, quizás también, cómo evaluó a su amiga Diana Talavera, en cuyo nombramiento tanto se obstinó.

Dudo que los cuestionamientos que ha hecho John al trabajo de sus colegas, logre descarrilar este proceso. [nota_relacionada id=1151683]

Lo que no deja de llamar la atención –a propósito de lo viejo que no termina de morir y lo nuevo que no acaba de nacer– es que todavía vivamos en un país de influyentismo y prepotencia.

Uno donde alguien —por ser esposo de quien es— puede hacer escalar un berrinche para tratar de imponer a su cuota y a su cuate y pretender que se haga su voluntad por encima de un colegiado, y de las reglas aceptadas por todos.

POR HERNÁN GÓMEZ BRUERA
@HERNANGOMEZB
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