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Santa Sofía y Erdogan

Su reconversión en mezquita, decretada por Recep Tayyip Erdogan, es un parteaguas por varias razones

OPINIÓN

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Después de 85 años, la catedral ortodoxa cristiana griega Hagia Sofia —construida en 537 por el emperador romano Justiniano, símbolo de Estambul (antigua Constantinopla) y catalogada patrimonio de la humanidad por la UNESCO— abrirá sus puertas para el culto musulmán. Su polémica reconversión en mezquita, decretada por el presidente Recep Tayyip Erdogan, es un parteaguas por varias razones.

Primero, materializó un sueño de décadas entre los partidarios de Erdogan, nacionalistas y conservadores. Tras la caída del imperio otomano, el fundador de la República secular de Turquía, Mustafa Kemal Ataturk, lo convirtió en un museo en 1935, lo que para los islamistas significaba represión. La medida actual incluye, pues, motivos electorales. Erdogan necesita recuperar popularidad entre los votantes conservadores debido, principalmente, a la crisis económica. También se alimenta de las fracturas en otros países para consolidar bases de apoyo regionales. La campaña de Erdogan para asumir el manto de sultán resuena entre muchos árabes sunitas, como recientemente se ha visto en Líbano. Nishan Der-Haroutounian, presentador televisivo libanés de origen armenio, enfrentará cargos por “insultar a Turquía” ante la Cámara del Tribunal de Publicaciones en Beirut. El presentador calificó a Erdogan como “un otomano desagradable”.

Segundo, el mensaje y las acciones de Erdogan se inscriben en su aspiración a liderar el mundo musulmán con poder suave, es decir, movilizando uno de los más fuertes símbolos de la herencia otomana para que sirva de soporte a su política exterior agresiva, y en algunas partes exitosa, en Siria, el Kurdistán iraquí y, más recientemente, en Libia, donde se enfrenta a Egipto, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos. En la versión árabe del discurso de Erdogan se lee que “el renacimiento de Hagia Sofia es un signo del retorno de la libertad a la mezquita Al-Aqsa”, en referencia al otro gran lugar simbólico del mundo musulmán, ubicado en Jerusalén bajo control israelí.

Algunos musulmanes en Turquía y otras partes celebran la conversión de Hagia Sofia, pero muchos otros la lamentan como una provocación innecesaria, además de contraria al islam, pues el Corán prohíbe la profanación o demolición de lugares de culto de otras religiones. El tiempo dirá si esta decisión amplió el potencial de Turquía y coronó la lucha por el liderazgo regional, o bien si marcó un error de política exterior que solamente evidenció el narcisismo del líder.

Hay errores en política exterior cuya responsabilidad puede atribuirse claramente al líder, sobre todo si se trata de un error que podía evitarse. Desde luego, los factores estructurales internos e internacionales posibilitan la política del desinhibido Erdogan. En tanto que seña diplomática, la instrumentalización de la identidad religiosa, que afirma la política y la vida internas, muestra inclinación a Oriente y marca distancia con un Occidente de por sí altivo.

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POR MARTA TAWIL

INVESTIGADORA EN EL COLMEX

ORBE@HERALDODEMEXICO.COM.MX

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