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Nuevo asiento de México

La participación en un órgano de trascendencia es una oportunidad para impulsar nuestras agendas

OPINIÓN

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México recibió el respaldo de 187 miembros de la ONU para ocupar —por quinta ocasión— un asiento no permanente del Consejo de Seguridad. Esta elección pinta de cuerpo entero las fortalezas históricas de la diplomacia mexicana.

Sin ese prestigio diplomático, basado en un compromiso inequívoco con los principios de la ONU, México no hubiera podido construir una candidatura de unidad para representar al grupo de Latinoamérica y el Caribe en dicho organismo, compuesto por cinco miembros permanentes (EE. UU., Reino Unido, Francia, Rusia y China) y diez no permanentes, electos por la Asamblea General para un periodo de dos años.

El Consejo de Seguridad es quizá el órgano más notable de la ONU. Su misión es impedir conflictos que amenacen la paz y seguridad y para ello cuenta con la capacidad de imponer sanciones económicas a individuos y gobiernos, y recurrir al uso de la fuerza para hacer cumplir sus resoluciones. Ejemplo de ello son las sanciones en 2006 contra Irán por no poner fin a su programa de enriquecimiento de uranio.

Las decisiones deben contar con el voto afirmativo de al menos 9 miembros y que ningún permanente vote en contra, si esto ocurre la resolución se rechaza. Por eso se habla del “derecho de veto” de los permanentes, que ha suscitado críticas desde la fundación de la ONU. Este diseño reduce el margen de maniobra del Consejo, pues las acciones en favor de la paz, la seguridad o los derechos humanos deben alinearse con las agendas e intereses de esos cinco países. Las limitantes que este diseño impone han quedado expuestas, dada la incapacidad e ineficacia del Consejo para avanzar una resolución sobre COVID-19.

Para México, la participación en un órgano de altísima trascendencia representa una oportunidad para impulsar nuestras agendas de política exterior —desarme nuclear, cooperación para el desarrollo o igualdad de género— y liderar esfuerzos para atenderlos como de seguridad global (por eso es importante sentarse en esa mesa); pero también significa una posición arriesgada, pues los principios e intereses nacionales pueden contraponerse a los de grandes potencias, como EU. ¿Cómo actuará el gobierno?

Es buena noticia que la actual administración, caracterizada por una noción aislacionista de la política exterior, haya tomado la determinación de continuar construyendo esta candidatura, proceso que se inició en sexenios anteriores. México debe aportar lo mejor de sí al mundo para recibir de vuelta lo mejor del mundo, pero debe tener claridad sobre el papel que se piensa desempeñar: ¿Cuál será la estrategia para defender intereses de mexicanos fuera y dentro del territorio nacional, para fomentar el trabajo de los miembros para paliar la crisis del coronavirus o inscribir nuevos temas en la agenda de paz y seguridad? Son reflexiones que requieren definiciones.

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POR CLAUDIA RUIZ MASSIEU

SENADORA DE LA REPÚBLICA POR EL PRI

@RUIZMASSIEU

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