Empiezo a entender por qué mi mamá no me dejaba ver a la queridísima Chimoltrufia. Quería evitar que asumiera como validas frases como “no nos hagamos tarugos”. Lo digo con profundo respeto y cariño a Chespirito y Florinda Meza quienes han retratado inmejorablemente, aún años después de que el programa está fuera del aire, el (in) evitable círculo vicioso que nos tiene atrapados a los mexicanos. Casi como los Simpsons, predijeron el tipo de liderazgo que buscábamos.
“No nos hagamos tarugos” y aceptemos tres hechos: primero, la economía mexicana está caminando a lo peor que hemos visto en generaciones, “una de las mayores -crisis- del mundo”, dice el Fondo Monetario Internacional y llama exageración el Presidente con mayor legitimidad electoral que manda al diablo a las instituciones que lo llevaron a la silla presidencial. Frase que parece anticuada, pero que está más vigente que nunca porque ahora es cuando se pone en práctica aquel dicho.
Perdimos el miedo al dolor. Nuestro destino esta rondando los dos dígitos de contracción económica. Es cierto, es exagerado si solo contemplamos el COVID-19. El problema es que mientras las cifras de muertos por el virus aumentan y nos obligan a admirar las acciones de López-Gatell, pasan muchas más cosas.
¿A alguien sorprende que Iberdrola cancele un proyecto de 1,200 millones de dólares? A nadie, incluso habrá quien celebre. Los que defienden al nuevo régimen dirán que es porque las acciones de la Cuarta Transformación están limitando sus utilidades. Yo digo, que la defensa venga con inversión y trabajo. No es el único caso. Conozco otros que también han cancelado y que, aunque de mucha menor dimensión en dólares, si de grandes en impactos a las comunidades.
Segundo, a este país sin duda le urge orden en la recaudación de impuestos y, sobre todo, como ha hecho esta administración, recaudar bien antes de gravar a más. El reto está en que gobernar es generar equilibrios a favor de todos, no solo de los más, que en este país lamentablemente son los pobres.
Tercero, tenemos un grave conflicto respecto al mejor papel que cada uno puede y debe desempeñar. No todos hacemos lo mismo, ni todos lo hacemos bien. En México los empresarios a través del PAN quisieron gobernar para definir las políticas de crecimiento económico y/o empresarial. Tuvieron éxito fugaz y resultados discutibles. Después, el pueblo llegó sin entender la visión del empresario. Nos fuimos a los extremos. ¿Solución? No, problema.
¿Por qué problema? Porque ni convertimos al Estado en un aparato productivo con objetivos en utilidades, ni el Estado está para usar impuestos para salvar a los pobres.
¿Qué sigue? Un pleito por las cifras y resultados económicos. Cuando no gusten serán exageradas o plagadas de intereses. Cuando gusten, será que están dando la razón a un Gobierno que tiene todo el derecho de querer cambiar al mundo a partir de sus ideas sobre economía, pero no a costa del presente y futuro de los mexicanos.
Más desinversiones vendrán. Ante la baja en la renta de las empresas, menor ISR y mayor presión por recaudar que seguirá, como siempre y a pesar de que fue lo que nos prometieron cambiar, en los contribuyentes cautivos. Nada nuevo disfrazado de transformación.
El reto es que, ante estos cambios, entender a México necesita nuevos y distintos lentes. Ya no lo conocemos. Amparadme en la patria celestial. [nota_relacionada id= 1107423]
POR ÓSCAR SANDOVAL
CONSULTOR, SOCIO DE 27 PIVOT
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