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El Dios Murciélago: tecnología y radares mexicanos

El proyecto Tzinacan costó 64 millones de pesos y resultó en varios entregables, incluso simuladores de señales, antenas y plataformas de desarrollo

OPINIÓN

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El espacio aéreo mexicano ha estado históricamente poco vigilado, principalmente por la ausencia de una amenaza existencial. La semana pasada, la Secretaría de Marina–Armada de México (Semar) y la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) presentaron dos prototipos de radar para vigilancia aérea, desarrollados de manera conjunta bajo el proyecto Tzinacan.

La investigación y desarrollo estuvo a cargo del Instituto de Investigación y Desarrollo Tecnológico de la Armada de México (INIDETAM) y el Centro de Investigación del Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos (Cidefam).

El financiamiento provino de fondos sectoriales establecidos el sexenio anterior para apoyar la I+D por medio del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT).

El proyecto Tzinacan, que en Náhuatl quiere decir Dios Murciélago, costó 64 millones de pesos y resultó en varios entregables, incluso simuladores de señales, antenas y plataformas de desarrollo, pero principalmente dos prototipos de un radar táctico móvil tridimensional (3D) para la vigilancia aérea, con alcance de 40 millas náuticas (unos 74 km).

Es el primer radar militar desarrollado en México.

Este proyecto comenzó oficialmente en agosto de 2015, mientras la Sedena negociaba la adquisición de hasta cinco nuevos radares de vigilancia aérea en un intento fallido para ampliar la cobertura del espacio aéreo mexicano.

En ese entonces, la Sedena consideraba adquirir radares Thales GM400 a Francia (de 460 km de alcance), Northrop Grumman AN/TPS-78 a EE. UU. (445 km) o Indra Lanza 3D a España (330 km) específicamente para cubrir el norte del país.

El costo del proyecto, cercano a los 2,000 millones de pesos, era bastante más que los 64 millones del Dios Murciélago, pero incluía radares de mayor alcance y un sofisticado sistema de comunicaciones, comando y control. El proyecto fue suspendido en parte por el desplome del precio del petróleo y la devaluación del peso mexicano en 2015.

La cobertura actual del espacio aéreo mexicano, que oscila entre 27% y 32%, está a cargo del Sistema de Vigilancia Aérea (SIVA) de la Sedena, compuesto por cuatro radares AN/TPS-78, complementados por un radar AN/TPS-70 de 445 km de alcance emplazado en Sonora –en calidad de préstamo por parte del Comando Norte de EU– y por una red de radares Raytheon AN/MPQ-64 Sentinel de 75 km de alcance que opera la Semar en el golfo de México.

Los radares Sentinel son de alcance mucho menor a los TPS-70 y TPS-78 de Sedena, pero al utilizarlos en red la Semar logra una cobertura que permite seguir blancos de interés, en especial para vigilar instalaciones estratégicas.

El radar Tzinacan parece seguir este concepto de operación y se podrá instalar a bordo de buques de superficie de la Armada de México. Para la Sedena, este tipo de radar, altamente móvil, servirá como para llenar vacíos en su cobertura (gapfiller) o bien para crear corredores de vigilancia en zonas de alta incidencia de vuelos ilícitos.

Eventualmente deberá invertir en una infraestructura con radares más potentes y sofisticados, que sería deseable también fueran desarrollados en México. El siguiente paso sería pasar del prototipo a la manufactura en serie –que no es fácil y demandará tiempo e inversión–.

Idealmente, las instituciones transferirían el prototipo a una compañía mexicana de tecnología especializada en la producción, comercialización y posterior servicio del Dios Murciélago, pero retendrían las patentes y un porcentaje de regalías. Si bien este modelo de interacción gobierno-industria no ha permeado en la narrativa mexicana, valdría la pena explorarlo pues tiene beneficios en el largo plazo.

Al localizar en México la capacidad de I+D tecnológica, así como los costos de operación y mantenimiento, se contribuye al fortalecimiento de la base industrial y tecnológica nacional. [nota_relacionada id=1102538]

POR IÑIGO GUEVARA MOYANO

CONSULTOR DE LA COMPAN?I?A JANE'S EN WASHINGTON, DC

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