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Tirar estatuas

OPINIÓN

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Pues la tomaron con las estatuas de Colón. Si han logrado distraerse de las noticias sobre la pandemia y la economía, habrán visto las imágenes: personas enardecidas que decapitan las estatuas del hombre al que ya no es correcto llamar “descubridor” de América, una forma, dicen, de recordarnos los ultrajes de la conquista y el sufrimiento de los pobladores originarios. No ha sido Colón la única víctima de esta pretensión de justicia en retrospectiva. En Inglaterra fue pintada la estatua de Churchill, acusado de racista, mientras que HBO decidió sacar de su catálogo Lo que el viento se llevó. En los mismos días, quedó en la mira El señor de los anillos, por “supremacista”.

¿Son defendibles estas formas de censura? Porque la medicina, en general, ataca a la enfermedad pero también a las partes sanas del cuerpo. Como se ha recordado, gracias a Lo que el viento se llevó ganó por primera vez un Oscar una persona de origen afroamericano: Hattie McDaniel, mejor actriz de reparto, que aprovechó la premiación para exigir oportunidades para su comunidad. Pero también es que, en efecto, con esta lógica puedes incendiar al mundo entero. Por ejemplo, puedes prohibir Olympia, de Leni Riefenstahl, una pieza genial e indignante de propaganda nazi en la que sin embargo la Riefenstahl registra el triunfo de Jesse Owens, atleta afroamericano que le pasó por encima a los “arios” en las mismas narices de Hitler. Ya que estamos, habría que censurar a Jack London. Porque London era de izquierdas, pero también un racista confeso que se fue a cubrir la defensa del campeonato mundial por Jack Johnson, primer afroamericano campeón de los completos, para constatar que “un blanco siempre es mejor que un negro”. El problema es que tendríamos que prescindir de una crónica honesta y brillante, porque London acabó por aceptar y retratar las virtudes de Johnson, valiente, elegante triunfador en medio de un clima de linchamiento racista.

Y es que la humanidad francamente tiende a ser un asco, pero en el asco crecen virtudes. Ya saben, los pinches tonos de gris. Porque sí, podemos acabar con el arte renacentista, fincado en fortunas ilegitimas y gobiernos tiránicos; el romano, porque aquellos también eran esclavistas, o para el caso con el de los mexicas; o barrer con Neruda, Miguel Hernández y el cine de Eisenstein, por hacer propaganda al estalinismo. Del Che Guevara ni hablamos: promotor de un régimen totalitario, homofóbico, racista, no tuvo, a diferencia de las otras personas mencionadas, virtud alguna. A quemar camisetas.

O podemos entender que prescindir de las muchas virtudes de esas obras y esas personas no ayuda ni tantito a reivindicar a sus víctimas, al tiempo que nos quita herramientas para comprender aquellos contextos infames y aprender de ellos.

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En realidad, no es tan complicado.

POR JULIO PATÁN

COLABORADOR

@JULIOPATAN09

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