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Para bailar tango…

OPINIÓN

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Me gusta más la expresión en inglés, porque además me recuerda al célebre Louis Armstrong en una excepcional versión de uno de sus múltiples álbumes de “grandes éxitos”: It takes two to tango. Pero el mensaje es el mismo. Empecemos por quien propone el baile.

En su más reciente lance por azuzar la polarización, el liderazgo del gobierno pifió mayúsculamente. De entrada, porque si se trataba de usar el acrónimo para caracterizar al enemigo, el Bloque Opositor Amplio (BOA) se tendría que nombrar en masculino, pero el temido adversario es femenino: “la” boa; desde ahí algo no cuadra, y ello pinta de cuerpo entero la torpeza del invento. Pero además la jugarreta falla porque el documento de marras básicamente resulta una colección poco novedosa de todos los lugares comunes de la épica cuatroteísta, en la que se enfrentan “los buenos” contra “los malos” y éstos centran sus ataques en el fiel representante “del pueblo”, López Obrador. Por si fuera poco, la narrativa adoptada magnifica la dimensión y alcance de la oposición, que ni de lejos tiene ese grado de organización o cohesión. Tan amplio es el Bloque Amplio que en él cabe prácticamente toda la sociedad, menos los puramente leales al presidente. Si acaso preocupa que la tónica inicial del gobierno fue estigmatizar lo que se esperaría legalmente que esté haciendo cualquier oposición en cualquier país del mundo: vencer al gobierno en cuanta ventana electoral se avecine; denunciarlo no es muestra de valores democráticos. 

Pero incluso eso es lo de menos. Ya las redes sociales y las alusiones a la Sonora Santanera se encargaron de poner el episodio en su lugar, a grado tal que el propio mandatario se retractó y acabó señalando casi casi que lo había mencionado solamente como diversión. A pesar de ello, la estrategia seguirá vigente, aun si esta iniciativa se olvide o se relance. Se trata de un episodio más en una larga serie de intentos de polarizar la opinión pública. Esa ha sido y será la historia de todo este sexenio, independientemente de cuál temporada veamos. Lo importante, como dice el título de esta columna, es si la oposición seguirá bailando al ritmo que le proponen desde Palacio Nacional.

Y ahí es donde llama la atención el desastre opositor. En otras ocasiones he escrito con un mensaje implícito de paciencia: no son aún los tiempos de la confrontación electoral; no se han confirmado los registros de los nuevos partidos; los liderazgos opositores apenas se están reconstruyendo. Esos tiempos, sin embargo, se empiezan a agotar. El partido en el poder se muestra vulnerable como pocas veces en el sexenio y el presidente ha perdido el control de la agenda pública; su vocero de salud empieza a ser motivo de memes sobre la permanente “peor semana” del coronavirus, la economía cae en picada, y campean las historias de corrupción de algunos de sus más cercanos colaboradores.

¿Y la oposición? ¿Dónde está el plan alterno para la recuperación económica? ¿Dónde las iniciativas legislativas para reconstruir las bases de la seguridad pública? ¿Dónde la denuncia puntual sobre el descuido del sector salud y las alternativas para reconstruirlo? Hay muy poco. Eso sí, se desgarran las vestiduras frente al autoritarismo presidencial. Y de esa forma, se dejan llevar a un baile del que no saldrán bien librados.

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POR ALEJANDRO POIRÉ

DECANO ESCUELA DE CIENCIAS SOCIALES Y GOBIERNO TECNOLÓGICO DE MONTERREY

@ALEJANDROPOIRE

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