Sobrevivir Covid-19 sin tiroides

Mantuve una calma superficial, respiré profundo y abrí el correo con el resultado: positivo Covid-19.

A partir de ese momento y durante los días que le siguieron comenzaron a acumularse los síntomas físicos que acarrea la enfermedad, sumados a los preexistentes con los que batallo día a día y los mentales propios de una pandemia.

Hace algunos años, debí someterme a una operación de extracción total de la glándula tiroides a causa de un cáncer que afortunadamente fue descubierto a tiempo. Desde entonces, tuve que ajustar mi vida acorde a mi nueva condición y seguir un extenso régimen médico que comienza al despertar con la toma diaria de una hormona que suple la función de la Tiroides, las pastillas para el corazón, el colesterol y la diabetes, hasta una lista casi interminable de suplementos que van desde los más conocidos como el zinc y la vitamina C, hasta otros como el Gaba, aceite de Krill y varios más que hasta el nombre es complicado de escribir, pero que demostraron ser esenciales en la travesía que me tocó vivir luego del diagnóstico positivo.

Aunque los pacientes con trastornos endocrinos e inclusive aquellos que han padecido y superado el cáncer de tiroides no se encuentran en mayor riesgo que el resto de la población (Ni las hormonas o medicamentos son inmunosupresores) el desequilibrio a nivel celular y las dolencias diarias no pueden más que potenciar los efectos del virus sobre el cuerpo.

Y así fue como los días se alargaron, los síntomas se amalgamaron y por momentos el dolor corporal y el cansancio físico se hicieron insostenibles, al extremo de no poder mantenerme de pie. El insomnio, la niebla mental y la taquicardia se volvieron cíclicos y con cada episodio debía revivir una nueva carga de miedos, ansiedad e incertidumbre que, no obstante, resultaron fundamentales para reencontrarme con mi propia fortaleza y reordenar mis prioridades: no permitir que las batallas mundanas de lo que fue mi trabajo, con las que también debí lidiar, taparan la inmensidad del apoyo y amor recibido en estos días por parte de mis seres amados. Esto me hizo reflexionar nuevamente sobre que debemos de hacer en la vida: dejar de reaccionar por lo que pensamos que es urgente y actuar por lo que verdaderamente es importante.

Al paso del tiempo

De a poco y con el pasar del tiempo disminuyeron los dolores musculares y la presión torácica. Los sentidos que se me perdían en el vaivén del día a día, finalmente regresaron con otro significado y revalorizados con el aroma de unos tacos recién preparados y el gusto de una agua de horchata.

Y si puedo estar escribiendo con el resultado negativo a la vista, no fue por obra divina, sino de sus enviados en la tierra; los médicos que me guiaron continuamente y procuraron día y noche por mi bienestar, la doctora Vargas y la pareja de endocrinólogos Adrián y Giulia.

Por supuesto no soy indiferente ante mis privilegios. El privilegio de tener un tratamiento integral para una recuperación de fondo de una enfermedad crónica. El privilegio de una dieta que coadyuva al tratamiento. Y el privilegio del apoyo emocional que recibo de mi familia y mis seres queridos. Es por esto, que hoy 25 de mayo Día Mundial de la Tiroides lo celebro por ser sobreviviente, pero también con la esperanza de que los tratamientos tradicionales de los trastornos endocrinos se redireccionen hacia una medicina con perspectiva humana e integral de la salud física y mental del paciente y sobretodo, al alcance de todos.

El camino es largo y aunque mejoro todos los días no me engaño a mí mismo, sé que debo vivir el resto de mi vida con los síntomas de no tener tiroides pero espero con ansias poder sobrellevarlos mientras abrazo los míos.

Hasta entonces: distancia, prevención e higiene.

Luis Ernesto Serna Chávez

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