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Bitácora del Autoexilio No. 7

OPINIÓN

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El OrbiX, mis recuerdos del futuro

Segunda Parte

Como se los prometí la semana pasada, quiero compartir con ustedes algunos de los escenarios más de la narrativa imaginaria que escribí hace ya tres años en “El OrbiX, crónicas del mañana de hoy”.

Recapitulando brevemente en los motivos que me llevan ahora a describir mi percepción acerca de un futuro ideal, tengo que confesarles que para mi sorpresa he podido constatar que la realidad siempre supera a la ficción, y en estos días de contingencia planetaria tal parece que el tiempo dio un “salto cuántico” disruptivo que cimbró todas nuestras construcciones culturales y como humanidad nos está demostrando que el mito de nuestra supuesta “superioridad” como especie, es tan solo un reflejo de nuestra soberbia histórica.

Lo cierto es que la nueva realidad a la que nos tendremos que adaptar una vez que podamos salir de nuestro encierro, no tiene nada que ver con la idea de que los seres humanos de este tercer milenio avanzamos rápidamente hacia una nueva era de evolución y desarrollo, cimentada en el cambio tecnológico y en nuestra capacidad de innovar transformando  nuestro entorno; y bajo este esquema pensamos equivocadamente que estamos creando el futuro.

Nada más lejano a la realidad. Podemos seguir inventado o  imaginando un futuro potencialmente perfecto basado en proyecciones y estadísticas, pero lo que no tomamos en cuenta, es que si algo nos define como seres humanos es precisamente el hecho de ser imperfectos. En todo caso lo mejor que podemos hacer es tener muy claro cual es el futuro que no deseamos, y tratar de evitarlo. Sin embargo, aún en las ciencias exactas existen fenómenos como la entropía, o sea, esa tendencia natural a que en el orden perfecto de cualquier sistema, siempre exista la posibilidad del error.

Dicho de otra manera, y como lo expresa la Ley de Murphy:  “Si existe la posibilidad de que varias cosas vayan mal, la que cause más perjuicios será la única que vaya mal”, un concepto que llevado a lo más cotidiano se comprueba con el hecho de que “un pan siempre caerá con la cara que contenga la mermelada hacia abajo”.

Pues bien, creo que este 2020 a la humanidad “se nos cayó el pan con mermelada con la cara hacia el suelo”, y de todos los posibles escenarios en donde a la humanidad antes de del COVID-19 le hubiera podido ir mal (guerra nuclear, revueltas sociales generalizadas, tormentas solares, grandes fenómenos climáticos, caída de meteoritos, hambruna o plagas de insectos, o cualquiera de las profecías apocalípticas, incluyendo “el regreso de los dioses” o la invasión alien), tal parece que con todo y la ayuda de la inteligencia artificial, la peor de ellas, la peste o pandemia, ocurrió en el momento más inesperado, poniendo al descubierto la fragilidad de nuestros sistemas políticos, económicos, sanitarios, y muchos etcéteras más; pero sobre todo, la falta de prevención y estrategias globales ante una amenaza que como la pandemia, ha significado para muchos el fin de la globalización y el invierno del neoliberalismo. ¿Ustedes lo creen posible?

Quizás estas afirmaciones puedan sonar pesimistas o catastróficas, pero de alguna manera, aunque los futurólogos y los profetas de la ciencia ficción han desarrollado teorías, tesis, novelas, documentales y films que avizoran desde muchas perspectivas del tan temido “día después de…”, tengo que aceptar mi propia equivocación al imaginarme en El OrbiX el “cómo y el por qué” de la transformación tecnológica de la humanidad, pero lamentablemente fallé en vaticinar el “cuándo” sucedería todo esto, y mi única escusa es que -repito-, “la realidad siempre supera a la ficción”.

Dicho lo anterior, déjenme platicarles que desde la semana pasada, y con el fin de continuar compartiendo con ustedes algunos de los paralelismos entre el imaginario futurista que relato en El OrbiX y los sucesos de nuestra actualidad, me puse a revisar las portales noticiosos digitales, y entre la avalancha de reportajes y editoriales en donde la pandemia y  el colapso económico son los titulares (además de las muchas teorías conspiratorias para imponer un nuevo orden mundial) me llamaron mucho la atención cuatro noticias en donde la ciencia ficción se convierte una vez más en una realidad profetizada.

La primera de ellas tiene que ver con un artículo publicado por la prestigiada revista “The New Scientist”, en donde se anuncia que gracias a una investigación anual que realiza la agencia espacial NASA desde 2016, en la que se registran los rayos cósmicos que detecta la Antena Antártica de Impulso Transitivo (ANITA) se logró detectar un nuevo tipo de partícula subatómica llamada “Neutrinos Tau” que no cumple con las leyes de la física tradicional; y este insólito descubrimiento podría ser la evidencia que faltaba para demostrar la existencia de uno o varios universos paralelos, multiversos o metaversos; y de esta manera la tan criticada teoría inconclusa de Stephen Hawking, finalmente se corrobora.

Por supuesto, tengo que reconocer que la idea de que gracias a la utilización de estos metaversos como puentes y portales entre el tiempo y el espacio; y la posibilidad de convertir en datos zettabytes los impulsos eléctricos de nuestra mente,  son la base de mi relato El OrbiX.

Lo curioso es que a tan solo cinco años de la fecha (2015) en que Marthy McFly personaje de la saga de películas “Back to the Future” viajara hacia el mañana -que para nosotros es hoy-, yo pongo como fecha para que esto ocurra, el año 2045; para ser más preciso, un 9 de junio cuando celebro mi cumpleaños número 100 con un viaje inmersivo por la “curva del tiempo” de mi propia memoria y la concepción de un mañana ideal  que en nuestra  realidad ¡ya está sucediendo!

Otra noticia que me llamó mucho la atención se publicó en la Revista Quo y en ella se entrevista al escritor e investigador hispano venezolano José Luis Cordeiro con motivo del Congreso Internacional de Longevidad y Criopreservación y de la publicación de su libro “La muerte de la Muerte”, y lo interesante de este artículo es que Cordeiro vaticina que “muy pronto llegaremos a un momento en que el concepto de morir para los seres humanos dejara de existir; asistiremos a “la muerte de la muerte”, pues desde un punto de vista tecnológico nuestro cuerpo o hardware humano podrá ser fácilmente reemplazado y nuestra mente o software operativo podrá ser convertido en data cuántica o digital, y así viviremos en la inmortalidad de la Big Data.

En efecto, la eternidad tan anhelada y prometida por muchas religiones será un hecho, y la creencia de que la “otra vida” esta en el cielo (o más bien dicho, en la “nube”), no será un  mito, sino una realidad… y curiosamente el año que da Cordeiro para que esto suceda es el 2045, la misma fecha de El Orbix.

La tercera noticia es el titular de la primera plana del Periódico Excelsior del pasado domingo, en donde se anuncia que “La pandemia amplía la brecha digital, pues  sólo 23.4% de los hogares rurales tiene Internet” y el periodista Héctor Figueroa explica que el más reciente estudio del Instituto Belisario Dominguez logró determinar que “la crisis sanitaria agravó la marginación de las personas en situación de pobreza, pues quedaron fuera de la educación en línea, el comercio electrónico y el trabajo desde casa”.

Al respecto, tengo que comentarles que la idea de que en un futuro próximo la más grave y peligrosa crisis a la que nos veremos enfrentados como sociedad será marginación digital, pero una vez más, el futuro se adelanto a cualquier prospectiva. Hace unos cuantos meses (antes de la pandemia y quizá nos tendremos que acostumbrar a marcar los nuevos periodos históricos con la abreviatura A.P.) pude platicar con mi amigo José Ramón López Portillo, quien es doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de Oxford y hablando del futuro y el cambio tecnológico exponencial, el tema de su más reciente libro, y coincidimos no solo en los escenarios del mañana, sino también en la necesidad que en nuestro país sea reconocido el surgimiento de una nueva economía del conocimiento, cuya base está marcada por una intensa y extensa digitalización de todos los aspectos estratégicos para el desarrollo nacional.

No cabe duda de  que en México y  en el mundo entero llegamos a un punto de inflexión, y como lo ha expresado mi amigo José Ramón López Portillo: “para bien o para mal, la escasez o abundancia futura será una función directa y dependiente de las innovaciones tecnológicas y de las habilidades y organización humanas para difundirlas”.

Este tema tiene mucho que ver con la cuarta noticia de esta semana y la protagoniza Elon Musk, el excéntrico CEO de la compañía de cohetes espaciales SpaceX, quien siempre ha externado su reticencia con respecto a los potenciales riesgos que presentaría una hipotética Superinteligencia (una forma de inteligencia artificial que sea más inteligente que todos los humanos juntos). Por eso no es de sorprender, que esta vez hable de un nuevo peligro: Una dictadura de robots.

Sin  embargo, este no es nada nuevo, pero sí muy revelador en esta época en que la tecnología surge como una de las opciones para lograr la tan esperada actitud de resiliencia que definirá nuestro futuro como especie después de la pandemia.

De hecho,  fue realizada en una entrevista en el marco del lanzamiento, tras 9 años de pausa, la cápsula Crew Dragon de la compañía SpaceX propiedad de Musk, la cual llevará a dos astronautas de la NASA a la Estación Espacial Internacional.

Este recelo acerca de la Inteligencia Artificial por parte de uno de los empresarios más innovadores del planeta podría sonar un poco extraña, pero afirma lo que el billonario sudafricano externó recientemente en un documental llamado Do You Trust This Computer? (¿Confías en esta computadora?) del cineasta estadounidense Chris Paine.

En esa ocasión Musk dijo que: "El futuro menos aterrador que se me ocurre, es uno en el que al menos hemos democratizado la inteligencia artificial, porque si una compañía o un pequeño grupo de personas consiguen desarrollar superinteligencia digital divina, podrían dominar el mundo”, lo cual pone focos rojos de alerta con respecto a un futuro tecnológicamente ideal.

Para terminar con esta “Bitácora del Autoexilio” quiero comentarles que esta declaración confirma lo que muchos visionarios de la ciencia ficción han advertido acerca del peligro no solo ético, sino palpable de dejar que los robots creados por el ser humano dominen las actividades primordiales para nuestra subsistencia, y a manera de El Golem, Frankestein o HAL 9000 del film “A Space Oditty”, las máquinas se vuelvan contra sus creadores, lo cual me recuerda que esto mismo es considerado un “pecado capital”  en la Biblia y quizá viéndolo desde un punto de vista espiritual y aplicando la ley del karma y el darma o la existencia  complementada del ying y el yang, lo que actualmente nos está sucediendo, es un “castigo divino”… o no… pero lo único que nos queda es “arrepentirnos de nuestros pecados” o en su defecto, no repetir nuestros errores del pasado y tratar de construir un nuevo futuro para la humanidad… claro está, en cuanto podamos salir de este insoportable encierro al que hemos sido destinados…

Nos leemos la próxima semana en donde les continuaré platicando de El OrbiX y el futuro que pudo haber sido, y ya se nos fue…

Luis de Llano