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Bitácora del Autoexilio No. 6

OPINIÓN

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El OrbiX, mis recuerdos del futuro

No sé si a ustedes les ha pasado o en qué situaciones sucede, pero esta semana leyendo algunos diarios digitales en donde especialistas en futurología dan su perspectiva acerca de la nueva realidad planetaria después de la crisis de la pandemia, me asaltó la idea de que “esto no es nuevo para mí”, es más, quizás lo había soñado, y me inspiró para escribir un libro.

Déjenme platicarles que hace ya casi tres años que nació la idea de escribir sobre “ciencia fusión”, un género que combina idealmente la ciencia ficción y la realidad aumentada por los avances de la tecnología que ya es parte de nuestra actualidad, y así surgió mi libro: “El OrbiX, Crónicas del mañana de hoy”, un relato retro futurista que finalmente publiqué como propuesta literaria en el año 2018.

Siempre he sido fanático de la literatura de ciencia ficción y de autores como: Julio Verne, Isaac Asimoy o Ray Bradbury, pero también de hombres de ciencia y visionarios como: Da Vinci, Tesla, Stephen Hawking o Elon Musk; y en un impulso por dejar testimonio de mi propia visión de un mañana (ideal, pero también con tintes caóticos) escribí algunas ideas basadas en estos grandes maestros y autores que ahora, dos años después de la publicación de algunas de las imaginarias predicciones escritas por mí, me causan no solo un “déjà vu”, sino algo más que escalofríos, pues la idea de que el futuro no solo nos alcanzó, sino que ya nos está superando; y de todo esto es lo que les quiero platicar en esta bitácora del autoexilio.

Para quienes no conocen “El OrbiX” o lo leyeron hace tiempo, mi viaje cuántico por la “curva del tiempo y el espacio” inicia la mañana de un soleado viernes 9 de junio del 2045, cuando para celebrar mi cumpleaños número 100 decido regalarme un viaje nada convencional a través de un portal de lanzamiento del nuevo turismo que se acostumbra en estos días, o sea a través de la tecnología virtual y la realidad sustituta. Y aquí es donde aparece de repente mi primer “déjà vu”, y no me refiero al hecho de cumplir 100 años de edad, pues según mis alocados cálculos para dentro de muy poco será posible que no solo tu memoria, sino tu personalidad se puedan trasplantar en “cuerpos tecnológicos avatares” o en tu propio “cascarón corporal” reconstruido con nuevos órganos robóticos; sino en la idea de que el nuevo tipo de turismo será viajando a los destinos más visitados de este planeta (y de otros lugares, como por ejemplo el planeta Marte o la Luna) a través de la tecnología virtual.

Y aquí es donde la realidad de nuestros días me causa el primer “baño de agua helada”, pues casi puedo estar seguro que el próximo día 9 de junio, si quiero salir de viaje celebrando mi cumpleaños, lo tendré que hacer a través de alguna aplicación digital de las que ahora te ofrecen viajes virtuales a las pirámides de Egipto, o visitas al Museo de Louvre, pues hacerlo de manera presencial, es prácticamente imposible.

Pero continuando con mi viaje por El OrbiX, al salir de mi casa del futuro viajo a través de un autobot, un vehículo alimentado por  tecnología solar que cuenta con una interfase que se conecta a mi app neuronal y detecta mis pensamientos; bueno, casi todos, pues los más íntimos están bloqueados por sistema, o eso quiero pensar, pues las nuevas teorías conspiratorias como la expresada por el ruso Marat Safin deducen que: “después de esta pandemia el “Big Brother” profetizado por George Orwell y la implantación de chips a través de vacunas en cada ciudadano como medida  global de control, será una medida cotidiana que acabará con nuestra antigua idea de la intimidad personalizada y la autodeterminación humana”.

Al respecto, Jaron Lanier, filósofo estadounidense de la informática y desarrollador de Internet, lanzó una muy interesante teoría en su libro “Diez razones para borrar tus redes sociales de inmediato”, en donde escribe que: “la pandemia ha demostrado que el mundo entero, independientemente del sistema político o económico de los países, ha vivido demasiado volcado en el histerismo del momento presente político y cultural, y no lo suficiente en la fría racionalidad de la supervivencia. Las teorías conspirativas descabelladas y los reproches podrían volver más disfuncional y peligroso el futuro”.

Continuando con mi relato, una vez que ya me he subido al autobot (que por cierto bautice como PePe 20.20, y el nombre me causa otro “déjà vu”) comienzo a viajar por el Aeroférico de la nueva CDMX, la cual ahora se llama “La Nueva Gran Tech-noxtitlán”, ya que después de la última gran conflagración mundial (¡ups! más escalofríos premonitorios) se tuvieron que aplicar medidas poblacionales, de seguridad y sanidad que iban dirigidas a crear una nueva distribución de los habitantes y las demarcaciones, como por ejemplo: “el hoy no circula humano” y la reorganización política y geográfica de la renovada megalópolis mexica en la cual cada barrio o colonia se convirtió en un “Espacio Comunitario Independiente”, las alcaldías en “Autópolis Independientes” y en ese orden de pensamiento cada ciudad se transformó en un territorio urbánico autónomo, los Estados en mega demarcaciones libres asociadas; así México como país se transformaría en un integrante de la Unión de Repúblicas del Neo Bloque Americano y el planeta tierra en una Comunidad Global del Tercer Planeta, que se une a la Liga Universal de Naciones.

Quizá esta nueva nomenclatura geopolítica suene como algo salido de “La Guerra de las Galaxias”, pero la idea de “que no estamos solos en este universo” poco a poco se está convirtiendo en una realidad comprobable ahora que el Pentágono ha desclasificado en plena crisis pandémica el avistamiento de tres ovnis filmados en el 2015, pero también corresponde a las teorías expuestas por el profesor londinense Richard Sennet que expresa la idea de que: “tras el COVID 19 la reorganización urbana nos llevará inevitablemente a la creación de “ciudades de 15 minutos”,  en las cuales la autosuficiencia, los ecosistemas y la densidad poblacional sean los conceptos privilegiados para evitar los “grandes monstruos urbanos sin pies ni cabeza” que han crecido sin control”… hasta ahora.

Pero mientras en mi relato El Orbix sigo viajando por la Nueva Gran Tech-noxtitlán, en el interior del autobot que me transporta hacia el Inlet Park (el centro comercial del que en otro capítulo de esta Bitácora del Autoexilio les platicaré), frente a mí aparece una pantalla virtual con un menú de opciones para entretenerme y actualizarme en esto corto trayecto, y entre las plataformas más visitadas está en primer lugar el KIK OFF (nombre que a mí ahora me remite irremediablemente a la plataforma TikTok) la red social que logró subsistir a la debacle de FaceBook, Twitter y Whatsapp sucedida allá por el 2030 cuando los escándalos de privacidad, comercialización de datos personales, fake news y la pandemia (¡ups!) digital causaron la migración masiva de usuarios, sobre todo la nueva generación de niños S-Martians (termino que combina los anglicismos Smart y Martian), surgida cuando se demostró que los aliens no eran otros, sino nosotros mismos viajando del futuro hacia el presente, que para ellos, era el pasado…

Lo cierto es que en este nuevo “circo mediático” que de manera personal vaticiné para el 2045, estar informado sigue siendo primordial y las buenas ideas siguen vendiendo, y en este tiempo del futuro conjugado los tradicionales diarios físicos han dejado de existir debido a lo caro y controlado que significa la obtención del papel, y las nuevas plataformas noticiosas que surgen de la unión de varios gigantes de la información tienen nombres como: “Le Métaverse”, “El 3-D Times”, el “Shimbum 2Day” o los diarios nacionales: “Excelsol de Mx” o el “Publiforma”, y ofrecen información gratuita (bueno, no tanto, pues sus pop ups comerciales contienen mensajes casi imperceptibles de “neuromarketing”) y están escritos en los nuevos idiomas universales planetarios más difundidos, como el Inglañol (fusión del Español y el Inglés), el Jap-Icon (que suma el idioma japonés con el lenguaje emoticónico) o el Chi-Hindi (mezcla de chino mandarín con hindú). Y aquí hago una pausa para referirme a las proyecciones que hacen varios especialistas en comunicación, quienes hablan de un futuro tras la pandemia, como por ejemplo el exdirector del diario “The Guardian” Alan Rusbridger, expresa que: "Este virus ha acelerado el cambio inexorable a las ediciones digitales. No hay vuelta atrás, y sospecho que la enfermedad ha acercado el día en el que las rotativas de los diarios quedarán en silencio"; o el periodista especializado en geopolítica Gideon Rachman del diario “Financial Times”: vaticina la ruptura inevitable de China, E.U. A y Japón, en un escenario en donde el lenguaje será un nuevo medio de colonización cultural y el “mashup” de neologismos o palabras fusionadas  de varios idiomas se verá radicalizado”.

Lo cierto es que en mi relato El OrbiX, y también en estos días de autoexilio, la lectura de las noticias del día puede ser algo así como una terapia depresiva o un “deporte  extremo”, pues conocer la realidad no resulta nada edificante, y por ello decido abrir las plataformas digitales dedicadas a la música como el “Rolling Stones of Ages”, en donde ahora los conciertos son virtuales y cada ídolo musical se conecta directamente desde su casa en interacción con el público que desde su propio gadget puede disfrutar del “streaming” musical, pero también el mundo deportivo se verá impactado  (y de hecho ¡ya está sucediendo!) de la nueva forma de ver partidos de fútbol y de caso cualquier disciplina deportiva, como las e-Leagues que ahora están sustituyendo a los campeonatos mundiales y las olimpiadas humanas por transmisiones gamers que guardan la “sana distancia” y ponen la ruta de la extinción a los antiguos estadios destinados al público presencial, que hasta hace muy poco llenaba por decenas de miles los espacios de diversión multitudinarios.

No cabe duda que ahora que releo lo que escribí hace ya algunos años me resulta no solo asombroso, sino hasta cierto punto estremecedor y espeluznante. Cuando llego a mi destino, aquel día 9 de junio de 2045, mi conductor virtual me comunica que como hoy es día de mi cumpleaños número 100 cualquier servicio que ocupe será gratuito, pues por decreto global y como uno de los grandes retos de esta nueva era es mantener “entretenida” a una ciudadanía que ahora tiene problemas de ocio acumulado que se ven reflejados en la soledad, la depresión y la tendencia hacia el suicidio (¡ups!, otra predicción que tiene que ver con estos días de actualidad pandémica).

Pero lo curioso de este cobro “gratuito”, es que ahora el dinero físico ya no existe y el método de pago es la “criptomoneda”, bitcoins o tokens, o sea, el sistema de intercambio comercial en base al valor digital, lo cual significa que nuestra vida depende ahora de una cantidad de información intangible, que nos convierte a los seres humanos en simples “datos” itinerantes y hace de la información acumulada el valor supremo de nuestras economías y forma de vida.

Aquí es donde me detengo a pensar en que quizá el futuro sea una forma algo cruel y material de resumir nuestra existencia en valores numéricos, y en datos binarios que reflejan lo que las máquinas conocen de cada uno de nosotros como entidades biológicas autónomas, pero dependientes de la “Big Data” de la nube virtual.

Sin embargo, pienso que el conocer o saber de las cosas fue para muchos filósofos una labor de vida. Por ejemplo, Sócrates dedicó su vida a explicar el por qué de las cosas y al final de su existencia su máxima conclusión fue: “Yo solo sé que no se nada”. Claro, compararse con Sócrates o cualquier iluminado de la ciencia ficción, es algo impensable, exagerado y bastante soberbio, aunque releyendo mis propias predicciones y varios “déjà vu” en El OrbiX, como ya lo he dicho me están resultando muy escalofriantes, pues son un relato de luz, pero también de oscuridad apocalíptica.

Por lo pronto, dejaré que el presente pandémico me siga trayendo más recuerdos del futuro, los invito a leer “El OrbiX, Crónicas del mañana de hoy” que pronto espero actualizar en un nuevo libro;  y como ya es de noche y me toca preparar la merienda les puedo decir, con un guiño de ironía filosófica,  que, “Yo solo sé… que no he cenado”.

Hasta muy pronto y los espero en la segunda parte de este capítulo retro futurista de Bitácora del Autoexilio.

Luis de Llano M