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La WEB 4.0 y la era de los pecados digitales

OPINIÓN

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El día de ayer, como en millones de hogares aislados por la sana distancia, celebramos en familia un 10 de mayo atípico, que de alguna manera refleja este tiempo en donde las costumbres luchan por permanecer ante una incierta realidad que nos sigue transformando.

Por supuesto, mis hijas y yo nos confabulamos “a escondidas” para hacer de este “Día de la Madre” un festejo que a pesar del aislamiento obligado pudiera ser lo más parecido a las celebraciones de los años pasados, en los cuales íbamos juntos a un centro comercial para escoger un regalo, una tarjeta y un ramo de flores; le dedicábamos y ensayábamos una canción y salíamos a un siempre atestado restaurante para comer en familia.

Lo cierto es que este año nos tuvimos que poner muy creativos para lograr nuestro objetivo, y en nuestra junta “secreta” comenzó la lluvia de ideas, y lo primero que llamó mucho la atención, es que invariablemente cualquiera de las propuestas que hacíamos tenían como punto de partida la frase: “¿Y si lo buscamos en Internet?”

Y aquí es donde comienza mi reflexión de hoy: No cabe duda que así como en la historia se divide la evolución cultural de ser humanos en periodos como: “La edad del cobre, bronce y hierro” y en etapas como “La edad antigua, moderna y contemporánea”, nuestros tiempos están marcados por las llegada de la cuarta revolución industrial, también conocida como la Revolución Web.

En pleno tercer milenio después de que muchos integrantes de mi generación y las posteriores nos pudimos subir al tren de los cambios tecnológicos, nacen los niños de este siglo, a quienes se les denomina “Alpha kids”, quienes ahora son considerados los nuevos “nativos digitales”, pues para ellos el vínculo con las redes sociales, las plataformas de los más variados contenidos y el conocimiento de casi cualquier tema a través de los buscadores web es parte de su cotidianidad, educación, desarrollo y ecosistema social.

Esta nueva generación cuya promedio está en la edad previa a la adolescencia son quienes tendrán que afrontar el dilema que representa la Revolución Web 4.0, o sea la integración total de cualquier actividad humana al entorno digital, lo cual implica aspectos como la evolución de la Inteligencia Artificial, la conectividad expandida en todos los niveles de interacción humana como el social y el laboral, y un muy inquietante concepto denominado “internet de las cosas” que se basa en la idea de que ahora los objetos más cotidianos estarán conectados a la red a través de sensores que analicen las necesidades particulares de casa usuario, y de esta manera los humanos ya no seamos quienes ordenemos el acceso a la red, sino los objetos sean los que decidan cual es la mejor opción para cada situación a la que se enfrente un ser de carne, hueso y un cerebro digitalmente predecible, y hasta cierto punto, inoperante.

Lo cierto es que si los conflictos armados y las guerras frías significaron un salto tecnológico en el siglo pasado, esta nueva conflagración global del año 2020 está acelerando el cambio tecnológico de una manera exponencial.

Los expertos afirman, que la mejor forma de analizar las características de una sociedad en un cierto periodo histórico, es a través de sus construcciones culturales, y para saber en qué momento y situación nos encontramos como comunidad global basta tomar una “instantánea” de nuestro máximo referente contemporáneo, o sea nuestras redes digitales.

Sin lugar a dudas, en un análisis de la world wide web, los sitios con más acceso y mayor éxito son:

Google

El buscador por definición, en donde reina el algoritmo (o sea la selección de respuestas sistemáticas a un problema, duda o cuestionamiento).

Facebook

En segundo lugar, que de alguna manera es el “muro de las lamentaciones”, el escaparate de nuestras vanidades y el generador de la epidemia de “fake news”.

Twitter

Tercera red en importancia en el imperio digital.

Instagram

Es el espejo de nuestro ego amplificado, el cual tiene una feroz competencia con el siguiente sitio.

Snapchat.  

Y otros sistemas en donde nuestra realidad humana es virtualmente aumentada, filtrada y hasta cierto punto ridiculizada.

Youtube

Es la plataforma en donde la videocultura recurre por una parte para crear ídolos amateurs (que ahora también surgen en TikTok) y por otra parte acudir a la retromanía, o sea la nostalgia de otras eras y leyendas musicales.

Spotify

Es la plataforma musical por excelencia, y en ella la selección de una playlist de nuestras canciones preferidas ya no implica ser un conocedor o disfrutar siendo un melómano por placer, sino simplemente hacer click sobre una lista preseleccionada.

Por otra parte, los reyes del streaming son Netflix, HBO o Disney, además de Amazon, que ya han cambiado nuestra forma de adquirir, conocer, vender y comprar productos.

Tinder

Para quienes buscan pareja a través de las redes y otras plataformas de “ligue” avatárico.

Whatsapp

Dentro de la misma instantánea de nuestra sociedad digital es imprescindible no mencionarlo, culpable en gran medida de la proliferación del nuevo alfabeto emoji y el algoritmo que “adivina” tus palabras.

Zoom

Y todas los sitios que ofrecen una interacción Live que en estos tiempos de pandemia han puesto al descubierto las nuevas tendencias del e-working el trabajo a distancia y el e-learning o la educación en casa.

No me cabe la menor duda que el concepto de qué está bien o está mal desde una perspectiva moralista, es también una construcción cultural que define a la sociedad de cada época y a punto de iniciar esta nueva era de la Revolución Web 4.0  a la idea de los “pecados humanos”, que para la religión católica son la lujuria, la gula, la avaricia, la pereza, la ira, la envidia y la soberbia se ven reflejadas fielmente en cada una de las redes y plataformas de la web.

Pero es también un hecho que a esta larga lista de renglones oscuros de los seres humanos hay que agregar los vicios que nacen de esta inusitada “pandemia digital” y es preciso mencionar:

La deshumanización del bullying cibernético.

La cultura de la viralización de lo superficial y lo efímero de un tema, suceso o hashtag.

La egocentría de las selfies.

La ironización de cualquier circunstancia o persona a través de los memes.

La falsa creencia de que ya no es necesario el conocimiento, sino el simple tecleo de cualquier tema googleando o accediendo en wikipedia.

La nomofobia o miedo a estar desconectado.

La soledad y la incomunicación global, el terror al contagio humano.

Además de muchas otras formas y nuevas conductas antisociales y contraculturales, que ahora se ven multiplicadas, en este nuevo panorama que la pandemia global nos está marcando y de seguro nos impactarán en un futuro cercano.

Sin lugar a dudas, estamos en los albores de un nuevo tiempo y está en nuestras manos, y en nuestra mente lograr que el cambio tenga una visión más positiva y mejor planificada.

Creo firmemente que podemos vivir en un planeta y una sociedad tecnológicamente evolucionada, pero no hay que olvidar que aun no existen y quizá nunca se inventarán:

El “Chip de la inteligencia”.

La “App de la creatividad”.

El “Amor por streaming”.

Y mucho menos “El algoritmo del alma”.

Por supuesto, este 10 de mayo mis hijas y yo decidimos que la mejor forma de festejar a mamá sería a través de la vieja forma orgánica, o sea, dibujar una tarjeta personalizada con muchas flores y corazones, aprendernos una canción (bueno, la clásica de Timbiriche que le dedicó mi sobrino Benny a mi hermana Julissa, me la sé muy bien), le preparamos su platillo preferido y un pastel, hicimos un maratón de comedias románticas y nos la pasamos muy pero muy requetebien.

Y este lunes nos toca lavar trastos y limpiar la casa, pues esta es la mejor forma y la más “orgánica” de decirle todos los días ¡muchas gracias y felicidades mamá!

Y esto también va para todos ustedes y sus mamis…

LUIS DE LLANO M.

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