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Arabia Saudita y la guerra de precios del petróleo

Sus decisiones toman en cuenta a aliados como EU

OPINIÓN

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Hoy tiene enorme influencia en el Medio Oriente y en el sector petrolero a nivel mundial. Celosa de sus costumbres religiosas e históricas, Arabia Saudita es un país semicerrado que por décadas ha limitado sus interacciones con el mundo no musulmán y concede poca importancia al turismo, pero recibe a millones de musulmanes anuales por las peregrinaciones y visitantes a las ciudades sagradas de Medina y La Meca.

Arabia Saudita es la economía número 18 en el mundo, con un Producto Interno Bruto (PIB) cercano a los 800 mil millones de dólares y unos 34 millones de habitantes. La tasa de desempleo es de cinco por ciento, la inflación promedio en los últimos 40 años ha sido de sólo 1.5 por ciento, y no hay impuesto sobre la renta.

La extracción de petróleo representa 45 por ciento de su economía y produce unos 10 millones de barriles diarios; tiene las segundas mayores reservas petroleras después de Venezuela, con 20 por ciento del total, pero es el mayor exportador mundial.

La industria petrolera saudita se desarrolló a partir de las concesiones que otorgó a empresas estadounidenses como la Standard Oil de California, Texaco, ESSO y Mobil, que en los años 30 iniciaron exploraciones en la región. Desde 1944 opera, a través de la paraestatal saudita Aramco, que tiene más de 75 mil empleados y es una de las mayores empresas internacionales. Produce alrededor de 10 por ciento del petróleo mundial.

En el concierto internacional y pese a grandes diferencias culturales, Arabia Saudita ha mantenido una estrecha alianza con Estados Unidos, que tras la Segunda Guerra Mundial aseguró a los estadounidenses el flujo de petróleo necesario para satisfacer las necesidades de su economía.

En lo político, ambos países siempre han sido aliados contra el comunismo. Como ejemplo de esa cercanía, Arabia Saudita fue el primer país visitado por Donald Trump como Presidente de Estados Unidos.

Así pues, no sería errado suponer que las decisiones de Arabia Saudita en materia petrolera toman en cuenta la opinión de sus aliados, en particular la de EU.

Ese es el caso de la guerra de precios iniciada el pasado 8 de marzo entre los sauditas y Rusia: si bien afectó a todos los productores de petróleo en el mundo, tuvo mayor impacto político-económico en los países con mayor dependencia del petróleo, como en el caso de Rusia —para la cual significa más de 15 por ciento del Producto Interno Bruto y más de 50 por ciento de sus ingresos estatales—, o de Irak e Irán, para los que el petróleo es primordial para su subsistencia.

De aquí que un mes después del inicio de la guerra de precios Moscú, en acuerdo con Washington y Riad, convinieron encabezar una coalición multinacional para estabilizar los precios internacionales del petróleo, mediante una reducción en la extracción de los principales productores a nivel mundial.

Otras versiones de la guerra de precios del oro negro también sugieren que ésta tuvo un propósito político: desestabilizar los regímenes populistas en países productores, para los que sería letal una caída de precios petroleros. [nota_relacionada id=1014338]

POR AGUSTÍN GARCÍA VILLA

ANALISTA ECONÓMICO

ORBE@HERALDODEMEXICO.COM.MX

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