Israel lidia con el coronavirus mientras sigue bajo un gobierno de transición que no es el electo por el pueblo, por la dificultad de llegar a un acuerdo sobre un abinete de emergencia y lo complejo que sería, en la situación actual, ir nuevamente a elecciones.
Uno de los problemas es que el premier Benjamin Netanyahu, cuya batuta es la que dirige el manejo de la crisis, goza de credibilidad sólo a ojos de parte de la ciudadanía. La otra parte considera que cada cosa que dice o hace está motivada menos por necesidades reales que por consideraciones políticas y las relacionadas al hecho que lo espera un juicio por sospechas de corrupción.
Dos crisis simultáneas, una entrelazada con la otra, justo cuando el país precisaría el rumbo más claro a seguir.
Lo que ayuda en gran medida es lo acostumbrado que está Israel a lidiar con situaciones de emergencia. La rapidez con que el sistema reacciona compensa ciertas carencias presupuestarias.
Y otro elemento a destacar, una característica del sistema de salud pública israelí: la forma en que trabajan codo a codo médicos y enfermeras judíos y árabes, todos ellos ciudadanos israelíes.
Aún nos esperan varias batallas. En algunos países se está saliendo de la crisis COVID-19, otros empezaron hace poco; algunos lidian con escenarios dantescos y a todos nos embargan la preocupación y la incertidumbre. Llevamos una enorme responsabilidad sobre nuestros hombros: justo en momentos difíciles, debemos abstenernos de lo que mejor nos hace, la cercanía con nuestros seres queridos, sobre todo los mayores, para cuidarlos. Hay que quedarse en casa.
Los pueblos de la Tierra lidian con este desafío. Y al pueblo judío se le agrega estos días una dimensión especial, al acercarse la Pesaj (Pascua judía), la central del calendario hebreo, porque marca la liberación, el pasaje de la esclavitud a la libertad y el camino hacia la constitución como pueblo.
No es sencillo saber que este año la noche del Seder–el nombre de la cena y ceremonia de la primera noche de Pesaj–, una hermosa reunión familiar plena de tradiciones que se celebra hoy, será mucho más reducida que en tiempos normales. Las indicaciones son claras: cada uno en su casa. En muchos países del mundo, ello se desprende de instrucciones generales sobre el aislamiento, en Israel es indicado explícita y públicamente por Netanyahu.
Cada uno celebra con quien vive en su casa, no se reúne ni con abuelos, tíos, primos, ni con hijos que vivan independientemente. No es una situación alentadora.
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De cara a este Pesaj tan diferente, sugiero recordar que cuando el pueblo de Israel estaba por salir de Egipto, aquella noche, todos tuvieron que quedarse en casa. Lo hicieron para protegerse de la plaga de los primogénitos que iba a saltarse las casas marcadas del pueblo hebreo, con todos a resguardo en su interior. El peligro estaba afuera, igual que hoy.
POR JANA BERIS
*Periodista