La polarización política y las divisiones creadas por el presidente Donald Trump y su estilo personal de gobernar y hacer campaña complican la respuesta estadounidense al coronavirus, una que cualesquiera sea su resultado afectará sin duda el papel de ese país en el mundo.
Para los estadounidenses, hay ahora dos problemas inmediatos. La que muchos consideran como la crisis de salud pública más grave en los últimos 100 años y las elecciones de noviembre próximo.
Las dos tienen ahora un enfermizo vínculo.
Por un lado, es posible pensar que la respuesta estadounidense a la pandemia del coronavirus hubiera sido mejor, más ágil, si por un lado hubiera habido desde un principio un acuerdo sobre la seriedad del problema.
En cambio, el presidente Trump pareció ver la amenaza como un juego de sus adversarios para hacerle daño electoral y por más de dos meses le dio vueltas y restó importancia. El que los demócratas hubieran sido tan partisanos a su vez no ayudó a coordinar una respuesta.
El resultado se ha hecho tanto más visible por actitudes partisanas en la respuesta, especialmente desde el gobierno Trump.
Un incidente que para los estándares estadounidenses no debería ser político se convirtió en un ejemplo. La semana pasada, una carta del capitán Brett Cozier, al mando del portaaviones Theodore Roosevelt, en la que llamaba la atención de sus superiores sobre un brote de coronavirus en el buque y la falta de acción para enfrentarlo, fue filtrada a los medios y resultó en el relevo de Crozier. El aparente desdén del Pentágono hacia la preocupación de Crozier por sus hombres fue complicada, más cuando Thomas Modley, el secretario de la Armada designado político de Trump, se refirió a él en términos groseros frente a la misma tripulación que despidió a su capitán entre vítores de agradecimiento. La reacción obligó a la renuncia de Modley.
Pero de la misma forma que los críticos de Trump tienden a rechazar todo lo que dice, sus partidarios más leales tienden a ignorar cualquier punto de vista disidente.
De hecho, las encuestas muestran que los índices de aprobación de Trump, así como la confianza en él, siguen líneas partidistas. Hace una semana el Congreso aprobó por casi unanimidad un paquete de rescate de la economía por 2.2 billones de dólares, pero ningún demócrata fue invitado a participar en la conferencia de prensa en la Casa Blanca. La guerra política que divide a los estadounidenses no terminará con la elección de noviembre, cualesquiera que sea el resultado, como tampoco empezó con Trump, aunque su formulación la agudizó.
[nota_relacionada id=957881 ]
Lo que si, hay dudas de que el mundo post-COVID-19 desvíe mucho las tendencias recientes hacia unos Estados Unidos más aislados, carentes de liderazgo e incapaces de encabezar respuestas internacionales coherentes frente a una crisis sanitaria mundial.
El problema es que estamos justo al lado.
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
JOSE.CARRENO@HERALDODEMEXICO.COM.MX
@CARRENOJOSE1
lctl